Un país no es una empresa

spain toroRosa Mª Artal – Comité de Apoyo a ATTAC.

Afanados todos los gobiernos neoliberales en la cuenta de resultados, hemos asimilado a los países con el concepto de empresa. La mayor parte de las definiciones de “empresa” la vinculan a una actividad económica. Por ejemplo, en el Derecho internacional, empresa es el conjunto de capital, administración y trabajo dedicados a satisfacer una necesidad en el mercado. La más genérica es la que la designa como una organización dedicada a actividades y persecución de fines económicos o comerciales para satisfacer las necesidades de bienes y servicios de los demandantes.

En nombre de esos resultados económicos y para cuadrar el déficit se suprimen gastos “innecesarios” como los que atienden a la población en general: sanidad, educación, cultura, ciencia. El equilibrio del balance es lo prioritario.

Cada vez es más frecuente encontrar personas con las que te identificas en la denuncia de esta aberración. Así El Roto nos muestra este viernes al padre que le dice a su retoño: yo no tengo hijos, tú eres una filial.

Porque veamos, ¿quién es el dueño del capital en esta presunta empresa? Los ciudadanos que la costean con sus impuestos fruto de su trabajo y sus ahorros. Como no podemos ocuparnos todos a la vez de su funcionamiento (o eso nos dicen) hemos contratado a un Consejo de Administración que designa a un Gerente y su junta de gobierno y que renovamos cada cuatro años. Y estos empleados nuestros deciden desde vender nuestro patrimonio (con lo que llaman “privatizaciones”) a recortarnos gran parte de los beneficios de los que disfrutábamos, que tampoco eran para deslumbrar en el caso de España comparados con otros países europeos.

Si protestamos (en la calle, porque no hay junta pública de accionistas) nos llaman terroristas, nos detienen e incluso nos muelen a palos. A algunos de los gerentes les gusta mucho remarcar su autoridad, y para eso sí tienen dinero. Incluso les gustaría inculcar el concepto a la población desde pequeños.

El problema es que los países no son empresas, no mercantiles. Tienen un montón de personas dentro. Llenas de ilusiones grandes y pequeñas. Quieren vivir, cubrir sus necesidades, prosperar, hace algo para sí y para los demás (en algunos casos) e incluso ser felices. Ése es su “empeño”, ésa sí es la “empresa”. José Luis Sampedro siempre dice que cuando empezó a estudiar economía –en tiempos en los que apenas se conocía la asignatura- ésta se definía como la actividad para satisfacer las necesidades de las personas. El capitalismo que se fue degradando con los años, más libre en sus atropellos que en el mercado, ha desvirtuado la idea. Por eso, los descerebrados partidarios de la usura dicen que Sampedro “es un mal economista”, aunque haya enseñado a varias generaciones y haya habido ministros entre sus alumnos.

Estos Consejos de Administración y gerentes que hemos contratado hacen un flaco favor a la democracia, fundamentalmente porque no les pagamos por ese concepto, sino para que ejerzan la política. Es algo que la sociedad tampoco debe olvidar aunque le induzcan a ello. Como ya he dicho muchas veces, la Política es imprescindible en un sistema democrático. Con tropiezos, avances y errores, la humanidad persigue disfrutarla desde los griegos, cinco siglos antes de la Era cristiana. ¿Es su objetivo cuadrar balances? No, es dignificar el papel del ciudadano, de un ser libre sujeto a derechos y deberes; regular una actividad humana cuyo fin es gobernar y dirigir la acción del Estado en beneficio de la sociedad.




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