Reflexiono con Rafael Correa

Rafael CorreaÁngeles Ontiveros — ATTAC Sevilla.

Ayer, Rafael Correa, Presidente de Ecuador, me devolvió la sonrisa. Y me devolvió algo que es mucho más difícil de conseguir: me devolvió la Esperanza.

La Esperanza me la robaron, o me la dejé robar. El caso es que la perdí en el camino de la lucha. Me desapareció del alma. Y ayer, de sus labios, la recuperé.

Desde que supe que podría verle y escucharle, en la clase magistral que impartió en la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla, todas mis emociones se pudieron en marcha. Tenía la sospecha de que iba a salir de allí, con un ánimo distinto, otra emoción. Y no me equivoqué. Las lágrimas rodaron varias veces por mis mejillas, escuchándole decir cuánto habían sufrido los ecuatorianos con las medidas económicas impuestas por el FMI y el BANCO MUNDIAL. Cómo habían sido esquilmados sus recursos económicos, como el Petróleo y, lo peor de todo, cómo había sido relegado su capital humano a migrantes forzosos.

En todo momento, durante su intervención, podía ver un claro paralelismo entre Ecuador y España, a pesar de su deliberada exclusión de España en sus palabras. Podía leer en sus silencios el drama al que tendríamos que enfrentarnos los españoles, que seguimos el mismo camino de obediencia al Banco Central Europeo, en muy poco tiempo. Sentía dolor y miedo por lo que nos queda aún que sufrir, de no variar la respuesta de nuestro Gobierno. Es como si me estuviera contando el final de nuestro drama.

Pero, no todo fue dolor o miedo. Ya digo que me devolvió la Esperanza. Una Esperanza con mayúsculas, porque me hizo comprender que todo lo que vienen diciendo e insistiendo hasta la saciedad, los pensadores de ATTAC es, no solo posible, sino que son precisamente esas las medidas acertadas para nuestra salida de esta crisis, que no es una crisis, sino una estafa. Que los textos, artículos, charlas y entrevistas, que nuestros compañeros, como Vicenç Navarro, Juan Torres López, Alberto Garzón Espinosa, Rosa María Artal, Federico Mayor Zaragoza, Eduardo Garzón Espinosa, y otros muchísimos colaboradores, plasman una realidad puesta en escena en otros lugares del mundo.

Desde la prepotente Europa, mirábamos desafiantes a Latinoamérica. Veíamos cómo, en los años 80, sus economías se hundían ante nuestros ojos, mientras nuestros cerebros repetían consignas como “eso nunca nos pasará a nosotros”, “Somos el primer mundo”, “Eso les pasa por no saber gestionar sus recursos”… Una retahíla de sentencias diseñadas para que nos confiáramos. Nuestra propia soberbia nos cegó. Nos creímos invencibles, nos creímos intocables. Nos reímos de sus desgracias. Algunos, incluso, se aprovecharon de esas desgracias para obtener mano de obra barata, utilizar a seres humanos procedentes del horror, a los que convertimos en nuestros esclavos. Empresarios indignos que se enriquecieron a costa de las masas de migrantes que llegaron a nuestro país buscando una salida a sus propias crisis, desde la crisis endémica del sistema capitalista en Sudamérica.

La paradoja es que, por suerte o por desgracia, esos empresarios son los que se han empobrecido drásticamente en estos últimos cinco años. Los soberbios de entonces sufren en sus carnes los efectos de la crisis-estafa que sacude a los intocables. Son los que buscan ahora una salida. Pues bien, la puerta de salida es lo que nos mostró ayer Rafael Correa. Desde los 12.000 kilómetros que nos separan, las recetas de Latinoamérica son aplicables a España, puesto que padecemos la misma enfermedad. El cáncer que es el capitalismo voraz que todo lo engulle. Y esas recetas señalan las mismas medicinas que se repiten hasta la saciedad en ATTAC. Y tenemos el mismo diagnóstico porque esta crisis es una crisis de laboratorio, un virus inoculado por el Sistema, o los Mercados. Y, como todo virus, ataca a todo el sistema económico y social. Nadie se libra de contagiarse, de enfermar. Nadie, excepto los que tienen el antídoto en sus neveras, los que se protegen de sus efectos y excluyen a la mayoría. Los privilegiados del 1%, frente al 99%, que somos el resto.

Correa, ejerciendo de doctor desde la humildad del que no quiere serlo, nos explicó detalladamente la cronología de los hechos. Un país que cayó en manos de los Mercados, gracias a una conjunción de hechos como la ineptitud de algunos dirigentes, la complicidad de otros que sacaron beneficios económicos de la situación y, por supuesto, una mala gestión por parte de los “doctores del FMI y Banco Mundial”. Fueron muy obedientes, durante algún tiempo, y siguieron las instrucciones de los prospectos de las medicinas. De ser una economía que crecía al ritmo de casi un 10% anual, inexplicablemente, pasaron a necesitar créditos para financiar, a través de la deuda, sus proyectos nacionales. La devolución de los intereses de esos créditos a casi un 7% , le obligó a recaudar los fondos desde el patrimonio nacional, solo para el pago de dichos intereses de la deuda. Tras varios años de pago de dichos intereses, la deuda volvía a ser siempre la misma cantidad. Fueron años difíciles. El país se rompió en pedazos cuando un grueso de su población tuvo que migrar a otros países, en busca de un empleo, de dinero. Él mismo reconoció que el sacrificio de estos hombres y mujeres fue el pilar en donde descansó la precaria solución momentánea ecuatoriana. Con las divisas que llegaban desde España o Estados Unidos se pudo sostener el hundimiento económico de un país, esquilmado por pago de esta deuda odiosa.

Conforme lo iba escuchando me iba viendo reflejada: nuestros jóvenes emigran en un número creciente, cada año que pasa. La deuda nos asfixia. El pago de los intereses de la deuda española se consigue a base de recortes aplicados, sin piedad y con mano dura, a la base obrera y social española. Seguimos en el pasado el modelo económico capitalista y aplicamos ahora las soluciones que nos dictan los delincuentes que nos han propagado la enfermedad.

Y cuando más y más me hundía en mi asiento, de pronto me llegó la esperanza.

Correa fue ministro de economía en el gobierno de Alfredo Palacio, en el 2005. Tras su ruptura con el gobierno, creó su propio partido, Alianza PAIS, con el que ganó sus elecciones en el 2006, y desde donde aplicó unas nuevas soluciones para salir de su crisis. Ahora, pasado el tiempo, un análisis de su trabajo arroja un saldo más que positivo a su gestión. No solo por las modificaciones de puntos mejorados en su Constitución, sino por la salida de su crisis mediante métodos denostados por las clases dirigentes de países claramente neoliberales y por las Entidades internacionales que tanto provecho sacaron de su deuda. Las medidas se pueden resumir en un mayor control del propio sistema financiero (instituyó una figura de control a los bancos que llamó “Defensor del Cliente”, una recaudación de impuestos más progresiva (con un Impuesto al capital), un impuesto a la divisa, la separación de la banca de depósito y la banca especulativa, una regularización de los sueldos (creando un techo), unas leyes que impiden a los bancos ser dueños de medios de comunicación, y un largo etcétera que él lo resumió en varias frases:“…Socialización de las ganancias y no socialización de las pérdidas…” (como es el caso español), “…la Economía de un país debe diseñarse para adaptarse a un modelo político y social, y no al contrario…”“…la Economía no es un ente abstracto, sino que sirve al modelo político que deseas para un país…” ó “…el único objetivo de la Economía debería ser la mejora del bienestar humano…”.

Y con esas frases, me nació una sonrisa en la boca, se me secaron las lágrimas de los ojos, y me renació la esperanza. Porque cada día me levanto con pesadumbre y cada noche me acuesto con esperanza. Lo primero que hizo Correa en Ecuador, cuando llegó a Presidente, fue echar al representante del Banco Mundial. Desde hace seis años, ningún dirigente de estas entidades neoliberales se atreve a volver ni a plantarle cara. Sus soluciones no son una poción mágica que consiga resultados, ni rápidos ni indoloros. Pero al menos son efectivos, y curan. Su país ha salido de la cuarentena y se enfrenta a un mejor futuro.

Necesitamos un valiente, un dirigente capacitado para ser Humano. Independiente de Los Mercados. Que tenga ojos para ver, oídos para escuchar, y fuerza para sacudirse las cadenas que nos oprimen. Sé que la lucha es larga. Desgraciadamente en España no tenemos a un Correa dispuesto a enfrentarse con el Sistema. Pero contamos con personas de la talla de Juan Torres, Vicenç Navarro, Alberto Garzón Espinosa y una larga lista, cuyos conocimientos, ética y solidaridad se han puesto siempre de manifiesto. “Hay Alternativas”. Antes, lo presentíamos. Ahora, después de Latinoamérica, y de ejemplos como el de Rafael Correa, lo sabemos.




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