Qué son los medios de comunicación

mass-mediaJuan Pedro Masdemont — ATTAC Sevilla.

En general los análisis sobre los medios de comunicación adolecen de una grave ausencia de sentido crítico. La independencia y la pluralidad del sistema mediático suelen aceptarse sin discusión. Ciertamente existen otras líneas de análisis con perspectiva crítica: éstas suelen centrarse en qué se dice en los medios, cómo se dice, o quién forma sus audiencias y los efectos que producen en ellas. Pero realmente hay pocos estudios que se centren en qué son los medios de comunicación hoy en día, lo que nos permite entender mucho mejor el por qué los medios funcionan de la manera en que lo hacen. En las ciencias sociales hay una escuela de estudio que se ocupa de esta cuestión y que es bastante desconocida: la Economía Política de la Comunicación.

Los medios son ante todo grandes empresas que se mueven en un sistema capitalista. La integración de los medios en el sistema de mercado es hoy total y absoluta, tras el impulso definitivo que recibió en los años ochenta del siglo pasado mediante la aplicación de las políticas neoliberales en el sector y la paulatina desaparición de las normas que limitaban la concentración de la propiedad y el control por parte de compañías ajenas a la comunicación. La banca, los inversores institucionales, las grandes empresas y grandes fortunas se han ido haciendo con la propiedad de los grupos de comunicación. Es más, los grandes medios, como compañías que son, también se diversifican e invierten en otros sectores económicos, participando del entramado de capital que domina la economía mundial. E igualmente ocurre a nivel personal con los miembros de sus consejos de administración, ejecutivos empresariales y bancarios que repiten en otros muchos consejos.

A través de compras, ventas, fusiones de empresas, etc., hemos llegado a un panorama en el que un puñado de conglomerados mediáticos domina el mercado mundial de la información y la comunicación. Se estima que en la actualidad seis grandes compañías controlan más de la mitad del sector a nivel mundial (Time-Warner, Viacom, News Corporation, Comcast, Disney y Bertelsmann). Un escalón más abajo se encuentran otros grandes grupos mediáticos como Pearson, Sony, o los que dominan la estructura mediática en España, algunos de ellos curiosamente sin tener su origen aquí (lo que por otra parte tampoco dice mucho, pues como multinacionales que son tienen sus propietarios y sus clientes repartidos por el mundo). La televisión española tiene en este momento, sin contar a RTVE, únicamente dos dueños: Mediaset, el grupo de Silvio Berlusconi (Telecinco, Cuatro, La Siete, Energy…), y Planeta, del marqués José Manuel Lara Bosch (Antena3, La Sexta, Neox, Nova, Nitro… también la enorme editorial homónima, en radio Onda Cero, y el periódico La Razón). En prensa, radio y demás encontramos también a Prisa (El País, Cadena Ser, la plataforma Digital+ …), que pertenece desde finales de 2010 al fondo de inversión Liberty Adquisition Holdings; Unidad Editorial (editora de El Mundo y Marca entre otros), que es propiedad del grupo italiano Rizzoli Corriere della Sera; Vocento (ABC y varios periódicos regionales y locales), participada por varias familias históricas españolas como los Ybarra y los Luca de Tena junto con, entre otros, el BBVA; o el Grupo Intereconomía (La Gaceta, IntereconomíaTV) del empresario Julio Ariza Irigoyen junto a otros grandes empresarios y financieros.

Hay que resaltar también la importancia de la publicidad. Cuando la comunicación empezó a industrializarse en la segunda mitad del siglo XIX, con el consiguiente aumento de los costes de producción, comenzó a quedar claro que los periódicos sin publicidad no eran económicamente viables. Los anunciantes son la principal y determinante (casi única en realidad) fuente de ingresos de los medios masivos. Uno de los académicos pioneros en el análisis de la comunicación desde la Economía Política, Dallas Smythe, consideró que la función de los medios es crear bloques de audiencias para venderlos a los anunciantes, asegurando de este modo la propensión al consumo. Por lo que es primordial no disgustarlos con los contenidos y las informaciones que se ofrecen, pues lo lógico es que rechacen publicitarse en medios ideológicamente enfrentados a ellos, o que consideren perjudiciales para sus intereses. ¿Y quiénes son los mayores anunciantes? Pues la banca y las grandes empresas.

Una vez enmarcadas adecuadamente dentro del contexto socioeconómico en el que operan, se puede entender cuál es el objetivo principal de las empresas mediáticas: favorecer los intereses de sus dueños y anunciantes. Por un lado, evidentemente, la principal consigna a seguir es centrarse intensivamente en la rentabilidad. En ese sentido funcionan igual que el resto de grandes empresas: obtener los mayores beneficios económicos con el menor gasto posible. Por otro lado, los medios de comunicación tienen un valor especial e incalculable: distribuyen la información entre la población, y aún más, educan, transmiten valores, creencias y códigos de comportamiento. Quien controla los medios de masas controla la distribución de mensajes e ideas. Se puede decir que tienen, además de rentabilidad económica, una rentabilidad ideológica. En manos de las grandes compañías los medios reproducen la visión del mundo que encaja con los intereses de sus amos, educan en los valores del llamado “libre mercado”, una denominación errónea a la vista de la estructura y el funcionamiento de los diferentes sectores económicos, entre ellos por supuesto el mediático: si fuera libre cada uno de los miles de periódicos, revistas, emisoras de radio y de televisión, editoriales, etc., que existen tendría un dueño, con lo que habría miles de dueños individuales y se podría abarcar todo el espectro de ideas políticas y sociales para distribuirlo entre la población, y al ser empresas más pequeñas podrían entrar nuevos empresarios en el mercado con ideas nuevas. Hablamos de los valores de un sistema capitalista cuya dinámica sólo puede favorecer el poder de las grandes empresas y fortunas, el gigantismo empresarial, el oligopolio, la concentración de la riqueza en pocas manos. Eso que autores de referencia como Ignacio Ramonet han denominado pensamiento único.

Las grandes empresas son las vacas sagradas de los medios. Sus conductas ilegales suelen ser ocultadas a la opinión pública: explotación laboral, daños medioambientales, evasión fiscal, manipulación de precios… En el clima mediático se convierten en las campeonas de la “marca España”. Las páginas de las secciones de economía consisten principalmente en propaganda de las grandes compañías en forma de boletines de prensa que se publican sin cambios importantes o bien textualmente: tal compañía ha obtenido tantos miles de millones de beneficios, superando al año anterior, gracias a su diversificación… Todos los días aparecen las cotizaciones del mercado de valores, aunque el porcentaje de hogares que juega en bolsa sea mínimo (sólo lo hacen los más adinerados). El IBEX-35 es para los medios el principal indicador de la marcha de la economía, cuando en realidad sólo lo es de la marcha de estas grandes empresas, que como mencionamos antes de españolas tienen muy poco, al igual que muy poco aportan a nuestra economía, más bien la arruinan defraudando y evadiendo capitales o destruyendo empleo.

Mención aparte merecen en estos tiempos la banca y los inversores financieros. Además de por ser accionistas y grandes anunciantes, los bancos controlan a las empresas mediáticas a través de la deuda. Éstas deben negociar con ellos para conseguir créditos, y como el resto de la sociedad suelen tener grandes deudas. Cuando estalló la burbuja inmobiliaria en el Estado español los medios convirtieron la causa en consecuencia: la crisis fue la causante de que las empresas inmobiliarias y la banca quebraran, cuando fue todo lo contrario, fue causada por ellos. No se observa análisis crítico alguno en las informaciones sobre los rescates de las entidades financieras y las colosales inyecciones de dinero público, o sobre la relación de estas entidades con los paraísos fiscales, a los que mantiene y explota para beneficio de sus más adinerados clientes (mafias incluidas) y del suyo propio. Mientras se silencia la especulación financiera con la deuda pública, los alimentos, la energía, etc., apenas se publica algún breve artículo con la manipulación de los índices de referencia para créditos como el Euríbor y el Líbor, y en el asunto de las preferentes y otros productos financieros colocados con mentiras a millones de pequeños clientes y ahorradores y que les han llevado a la ruina, nunca aparecen las palabras fraude o estafa, sino que es una cuestión de productos complejos.

Así que la culpa de todo está en el excesivo gasto público. Esa es la idea que defiende la inmensa mayoría de columnistas y tertulianos de los grandes medios. Sin importar que los datos desmientan absolutamente tal afirmación, defienden como inevitables los durísimos recortes a los servicios públicos y la terrible pérdida de derechos económicos y sociales en la que estamos sumidos. La aparente amnesia sobre el origen del déficit y la deuda pública en el rescate al sistema financiero es orwelliana: sólo sin memoria se puede justificar la destrucción de la sanidad, la educación y las pensiones públicas. Y por supuesto, el empleo: parece que el concepto pleno empleo ha desaparecido de la memoria colectiva. En cambio las reformas laborales que se ceban en las condiciones y salarios de los trabajadores y facilitan su despido, y que aumentan aún más el desempleo, son necesarias para dinamizar la economía. En fin, sólo hay un grupo que se beneficia de todas estas políticas: el del capital, el de los bancos, grandes empresas y fortunas, ésos “mercados” a los que hay que calmar. Los dueños de los medios.

Habrá quien argumente que las recientes revelaciones sobre corrupción en el partido gobernante del Estado español prueban la independencia mediática. Pero recordemos que la vaca sagrada es el poder económico, no la clase política. Los medios, habitualmente, necesitan establecer buenas relaciones con los partidos de gobierno pues requieren legislaciones favorables en su sector, autorizaciones, concesiones de licencias… Pero si consideran que el gobierno va a perjudicar sus intereses no dudarán en atacarle. Y seguramente en estos momentos los grupos que poseen los dos diarios de referencia a nivel estatal consideren que la situación actual del Partido Popular y su creciente impopularidad pueden tener efectos políticos imprevisibles y muy negativos para sus intereses económicos. Además resulta muy revelador que las tintas se carguen sobre el tesorero del partido y los altos cargos implicados, mientras pasa casi desapercibido el hecho principal, es decir, que son grandes empresas las que financian ilegalmente al partido gobernante para recibir sus favores y sus contratos públicos.

También suele argumentarse que la honestidad y la profesionalidad de los periodistas sirven de barrera contra las maniobras de los propietarios. Esto es bastante ingenuo. Se cuentan por miles los casos de despidos y traslados de periodistas y directores de medios que han ido en su trabajo contra los intereses de sus propietarios. Y es muy extraño que una compañía nombre como director a alguien al que consideran contrario a sus deseos. De nuevo resultan reveladores los continuos ERES y la degradación de las condiciones laborales en las principales empresas de medios. La excusa que aparece de forma apabullante en los propios medios es su supuesta crisis debida al desarrollo de las nuevas tecnologías que están acabando con los formatos tradicionales y produciendo pérdidas enormes. Pero esta idea no se sostiene, los datos de los ingresos en los grupos mediáticos españoles desde el año 2007 hasta la actualidad muestran cierta disminución (y no en todos los casos, al Grupo Planeta le ha ido muy bien), pero hablamos de ingresos de cientos o miles de millones de euros anuales, nada tan dramático como para justificar los decenas de miles de despidos en los últimos años. Lo que está pasando tiene mucho más que ver con la dinámica normal de las grandes empresas, con ganar más gastando menos. Y además sirve para disciplinar a los periodistas, que reciben el mensaje claro de que para salvarse del despido es mejor que sigan la línea adecuada y se autocensuren si así se requiere.

Hay que reconocer que no todos y todas las periodistas se someten a este funcionamiento. Estamos viendo ejemplos de nuevos medios que, de forma modesta y utilizando fundamentalmente internet y las nuevas tecnologías, se abren paso añadiendo pluralidad ideológica, retrospectiva y análisis contextualizado al conjunto del sistema. Algunos de ellos fundados por periodistas y trabajadores despedidos hace poco por algún gran medio. Pero como diría el profesor Ben Bagdikian, es bastante difícil que la mayoría de la sociedad escuche estas voces minoritarias en el estruendo producido por los grandes medios. La lucha existe y está ahí, pero es sin duda desigual. La situación sólo podrá cambiar cuando exista la voluntad política de acabar con el carácter de negocio que tienen en estos momentos la información y la comunicación, con el dominio privado sobre un bien que es público (o común), un derecho humano.

Notas

(1) Para profundizar en ese proceso, véase Edward S. Herman y Robert W. McChesney, Los medios globales: los nuevos misioneros del capitalismo corporativo, Editorial Cátedra, Madrid, 1999.

(2) Recomendamos dos trabajos de referencia: el de Noam Chomsky y Edward S. Herman, Los guardianes de la libertad: propaganda, desinformación y consenso en los medios de comunicación de masas, Crítica, Barcelona, 2009; y el de Ben H. Bagdikian, El monopolio de los medios de difusión, Fondo de Cultura Económica, México, 1986.

(3) Dos estupendos trabajos recientes sobre los grupos mediáticos a nivel mundial y estatal son: Ramón Reig, Los dueños del periodismo: claves de la estructura mediática mundial y de España, Editorial Gedisa, Barcelona, 2011; y Pascual Serrano, Traficantes de información: la historia oculta de los grupos de comunicación españoles, Editorial Foca, Barcelona, 2012. En el blog La mirada del mendigo se puede encontrar una fantástica infografía que explica de manera sencilla la distribución de la propiedad mediática en el Estado español (http://esmola.wordpress.com/2012/07/09/los-duenos-de-la-informacion-ii/)

(4) La trayectoria reciente del grupo Prisa es un ejemplo perfecto. Siendo una empresa en quiebra, que llegó a alcanzar una deuda de 5.000 millones de euros, fue comprada a pesar de ello por un fondo de inversión. Y en 2014 tres importantes bancos, el Santander, Caixabank y HSBC, tendrán el 20% del capital del grupo tras canjear deuda que mantenía con ellos por acciones (Periodista Digital, 18 de julio de 2012: http://www.periodistadigital.com/periodismo/prensa/2012/07/18/mongolia-propiedad-medios-banca-capital-prisa-vocento-planeta-unidad-editorial.shtml). ¿Por qué apoyar así a una empresa en quiebra? Seguramente porque les interesa controlar al grupo con el mayor periódico del Estado y la emisora de radio con más audiencia.

(5) Ignacio Ramonet, “Pensamiento único y nuevos amos del mundo”, en Cómo nos venden la moto, Editorial Icaria, Barcelona, 2005.

(6) DigiMedios, 11 de enero de 2013 http://digimedios.es/index.php/archivo/el-beneficio-de-explotacion-del-grupo-planeta-se-redujo-un-105-en-2011/

(7) Varios países de América Latina con gobiernos más o menos de izquierda, como Argentina, Bolivia y Ecuador están aprobando en los últimos años leyes de comunicación que marcan un camino posible para democratizar el ámbito mediático y acabar con el dominio del sector privado sobre el mismo. En particular la ley recientemente aprobada en Ecuador avanza de manera muy importante hacia este objetivo; por supuesto los propietarios de medios y organizaciones empresariales, tanto de allí como internacionales, han atacado furiosamente esta ley asegurando que acaba con la libertad de expresión. Para conocer su contenido recomendamos este artículo de Pascual Serrano (eldiario.es, 29 de junio de 2013:http://www.eldiario.es/zonacritica/Ecuador-Ley-Organica-Comunicacion-presentaran_6_148095194.html).




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