El sector agrario heredado del Antiguo Régimen condicionó la evolución económica de Andalucía

senorito-andaluzEduardo Garzón – Consejo Científico de ATTAC.

Entre todos los factores que explican por qué Andalucía partió desde posiciones poco favorables una vez irrumpió en Europa la Revolución Industrial y por qué no pudo aprovechar adecuadamente el nuevo contexto para lograr un desarrollo económico notable y sólido es importante resaltar aquellos relacionados con las herencias (sociales, económicas, demográficas e institucionales) del Antiguo Régimen. Y entre todas ellas, abordaré aquí las estrechamente relacionadas con el sector agrario.

A finales del siglo XVIII la economía andaluza (como las de tantas otras regiones europeas) cumplía todos los requisitos para ser catalogada como una economía orgánica: peso fundamental del sector agrario, intensa vinculación al medio natural, con poca capacidad para alimentar a una población creciente debido a la reducida productividad de los factores empleados así como a la escasa comercialización de lo producido, y relativamente relacionada con los mercados de los que obtenía insumos y a los que destinaba su producción. Sin embargo, existían algunas regiones que suponían importantes excepciones a la panorámica que acaba de presentarse. Hablamos de determinados núcleos urbanos acostumbrados a comerciar con el exterior (Mediterráneo en tiempos de la Bética romana, otros puertos europeos y colonias imperiales a partir del siglo XVI) y que gozaban de un denso tejido urbano que originaba y facilitaba importantes redes financieras, mercantiles y de servicios muy alejadas de la función básica de la agricultura tradicional consistente en el autoconsumo campesino. Sevilla, Málaga y Cádiz destacaban entre todas ellas, representando casos distinguidos no sólo en Andalucía sino también en Europa.

La agricultura de Andalucía durante el Antiguo Régimen fue claramente extensiva (esto es, que los pocos aumentos de producción que se obtenían se debían al aumento de la tierra cultivada y no a la mejora en los rendimientos de la misma) y estuvo generalmente orientada a abastecer a los grandes grupos urbanos mencionados, debido a la importante concentración de la población y al dominio ejercido por las oligarquías locales. Las causas que explican el estancamiento en la productividad del sector agrario son fundamentalmente tres: en primer lugar, las limitaciones medioambientales en Andalucía eran bastante importantes (en cuanto a disponibilidad de agua –explicada a su vez por los condicionantes climáticos y físicos– y de abono orgánico, sobre todo); en segundo lugar, la innovación tecnológica apenas estuvo presente durante esta época; por último, los factores de carácter institucional jugaron un papel importante a la hora de obstaculizar mejoras en la productividad de la tierra. Con relación a esto último, merece la pena hacer dos puntualizaciones importantes: la primera es que buena parte de la tierra andaluza estaba vinculada (es decir, al margen del mercado) por lo cual no existía ninguna motivación relacionada con la competencia que impulsara mejoras los rendimientos de la tierra; la segunda es que existían determinadas oligarquías locales profundamente interesadas en que no aumentara la producción agrícola, ya que la escasez empujaba al alza la renta que ellas terminaban adquiriendo por su posesión.

De especial relevancia es que la estructura de la propiedad de la tierra era (aunque sigue siendo) profundamente asimétrica. En los reinos conquistados en fechas más tempranas se entregaron extensas superficies de tierras a órdenes militares y casas nobiliarias que habían ayudado en el avance castellano (algo que no ocurrió con la conquista de Granada donde la pequeña propiedad logró imponerse). Para colmo, esta concentración de la propiedad de la tierra no hizo sino incrementarse en los siglos venideros, lo cual tuvo importantes repercusiones negativas sobre el devenir económico al ofrecer reducidas retribuciones al factor trabajo y al polarizar intensamente la renta.

El empuje de la gran propiedad vino acompañado de la extensión de las vinculaciones y del régimen señorial (aunque con diferencias entre Andalucía occidental, donde los señoríos eran más extensos, y Andalucía oriental, donde estaban más dispersos), que llegó a alcanzar a grandes ciudades situadas en las zonas fértiles del valle del Guadalquivir y de la campiña cordobesa donde las relaciones mercantiles eran muy importantes. Además, durante los siglos XVII y XVIII se amplió la condición señorial a muchas aldeas y donadíos, lo cual trajo consigo el origen y consolidación de una nueva élite que terminó acaparando un patrimonio inmueble de enormes dimensiones.

Tener en mente y controlar este conjunto de factores brevemente comentados resulta imprescindible para entender en su totalidad la evolución económica de Andalucía –y especialmente el periodo clave de transición al Nuevo Régimen– toda vez que nos permite identificar características propias del territorio socioeconómico andaluz en comparación con el de otras regiones del país.

Artículo publicado en Andaluces Diario




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