DEL EJE DERECHA-IZQUIERDA AL EJE ÉLITE-CIUDADANÍA, COMO VERTEBRADOR DE LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL

CAPITALISM

Txema Hurtado

Vicepresidente de ATTAC Andalucía

El capitalismo es hoy disfuncional

Como expone el manifiesto Última Llamada el nivel de producción y consumo de nuestra sociedad se ha conseguido a costa de agotar los recursos naturales y energéticos y romper los equilibrios ecológicos de la Tierra. Este asunto, tan invisible para nuestra sociedad como el patriarcado en los 70, no por ello deja de estar muy presente en nuestras vidas y es la causa profunda de la degeneración del sistema socio-económico bajo el que vivimos, el capitalismo, y de un más que probable colapso civilizatorio, si no lo ponemos fin.

Las élites del capitalismo, enfrentadas al problema de no poder seguir creciendo (y todas sus derivadas, entre las que destaca una deuda pública y privada impagable), en una huída suicida hacia adelante, decidieron ya en el siglo pasado, privatizar y mercantilizar todo producto o servicio (con el fin de incrementar la economía real) y desmaterializar la generación de ganancias a través de la creación de derivados financieros con cada vez mayor apalancamiento, en lo que se llamó neoliberalismo.

Estas decisiones cortoplacistas, que solo buscan incrementar la acumulación de riqueza en sus manos, han tenido un efecto perverso sobre el capitalismo, que se ha convertido en un sistema socio-económico disfuncional. Ya no es solo que la base de la socialdemocracia y del estado de bienestar (la teoría del chorreo) haya desaparecido, sino que ahora las migajas van de abajo a arriba, empobreciendo cada vez más a mayores capas de la sociedad.

En el capitalismo actual, el virtual mundo financiero es más de 10 veces mayor que el mundo de la economía real y genera ganancias muy superiores a 10 veces los lucros del negocio privado de producción, distribución y venta de productos y servicios. Los ahorros, en consecuencia, no se dirigen como antes a la inversión, si no a la especulación y al casino financiero. La economía real se ha convertido en un mero instrumento necesario para mantener sobre ella la creación de instrumentos financieros de derivados. La empresa multinacional, ya no forma la cúpula dominadora del sistema que hablaba Galbraith, es un simple objeto “desgraciadamente” imprescindible para el sistema de acumulación de riqueza, por ello controlado y dependiente de la economía financiera.

Las políticas neocon han llevado a la concentración de la economía real mundial en muy pocas empresas transnacionales por sector. Esto ha posibilitado el abuso de poder en los mercados, cuando no la concertación de los mismos mediante acuerdos de los agentes de la oferta,  desapareciendo cualquier vestigio de libre mercado en el que se basa la teoría capitalista. 

Otro efectos derivados de esta concentración empresarial es la desaparición del capitalista como persona física, al ser sustituida la propiedad por brókeres que manejan los ahorros en planes de pensiones y fondos de inversión, en su mayoría procedentes de lxs trabajadorxs, lo que ha dejado la alta dirección de estas multinacionales en manos de gestores cuya obsesión para “sobrevivir” es venderse a lxs brókeres en las plazas cada trimestre, asegurándoles el beneficio que piden, aunque para ello hayan recurrido a explotar las vacas gordas del siglo XX hasta dejarlas escuálidas, de forma que estas empresas solo se sostienen a través de la manipulación de los mercados, la ingeniería contable, las subvenciones públicas encubiertas, la externalización de costes y la elusión fiscal tolerada.

En este entorno no nos puede extrañar que no se realicen inversiones cuyo retorno no sea inmediato y por encima de la tasa de beneficio requerida por la propiedad. Que la cultura empresarial se haya convertido en la del pelotazo y los desmesurados bonus.

También es consecuencia de este estado de las cosas la desaparición de otro de los grandes pilares del capitalismo, el beneficio como remuneración del riesgo de capital. Los beneficios hoy son independientes del riesgo asumido y se privatizan, mientras se socializan las pérdidas (demasiado grande para caer) que esta forma de funcionar periódicamente produce, acentuada por la continua creación de burbujas económicas, su inevitable pinchado y la inevitable crisis de alcance mundial, dada la interrelación (globalización) que la práctica neocon ha impuesto a todos los países.

A la vez que se procede a la concentración, se externaliza de la actividad de la multinacional, toda actividad, producción o servicio que no forme parte del “core business” y, por otro lado, se concentra la compra a proveedores. Esto ha llevado a que las pymes y los autónomos estén sobreexplotados por las grandes empresas, actuando a su vez de sobreexplotadores con su personal y precarizándolo cada vez más.  

En consecuencia y como era de esperar, el capitalismo actual ha concentrado la riqueza a niveles absurdos (hoy la mitad de la riqueza mundial en manos de 85 familias y creciendo) y ha generado una desigualdad nunca vista, con bolsas de pobreza in crescendo (el 36,3% de nuestros niños viven en la pobreza).

En estas condiciones, el capitalismo actual explota a trabajadorxs por cuenta ajena, a autónomxs y a la mayoría de lxs pequeñxs empresarixs. ¿Quién se queda fuera? Las grandes élites, ese 1% cada vez más concentrado, y los que desean pertenecer a las grandes élites y trabajan para ellas con esa esperanza (ejecutivos a su servicio, casta política y sindical, alto funcionariado corrupto, etc.). 

Como muy bien expresa Warren Buffet, la clásica lucha de clases entre burguesía y proletariado ha sido perdida por la clase obrera por goleada, pero lejos de debilitarla, ha dado lugar a una lucha del 90% de la población, cada vez más precarizada (ya alcanza a las clases medias), contra el 10% que componen quienes acumulan toda la riqueza y quienes les sirven.

El discurso de izquierdas

¿En estas condiciones, sigue siendo válido dividir a la población entre izquierdas y derechas? Veámoslo.

Parto de la definición de izquierda que más me gusta, la de Frei Betto: “Ser de izquierda es optar por lxs pobres, indignarse ante la exclusión social, inconformarse con toda forma de injusticia o considerar una aberración la desigualdad social”.

Debido a esta disfuncionalidad del capitalismo, esta definición incluye hoy a muchas personas que tradicionalmente se consideran, o consideraban hasta ahora, de centro o de derecha, como, por ejemplo en nuestro país, a muchas de las comunidades cristianas de base que sufren con la pobreza de sus semejantes, a muchos que se consideraban conservadores por los valores clásicos asociados (el esfuerzo recompensado vía mérito) y que ya se han dado cuenta que esto hace tiempo que no es así, etc.

Dentro de la izquierda, yo me encuentro cómodo en la izquierda emancipadora y transformadora, es decir, aquella que, no sólo se indigna e intenta paliar los sufrimientos de lxs más débiles, sino que además lucha activamente por la transformación de este mundo en un nuevo mundo, donde desaparezcan los sistemas de dominación actuales …

 sistemas de dominacion vs buen vivir2

… y sean sustituidos por un sistema de iguales, participado y controlado por la ciudadanía y cuyo objetivo máximo no sea el lucro, sino el bienestar social en armonía con la naturaleza (el buen vivir o el vivir bien); bienestar social que podríamos descomponer en tres elementos básicos: riqueza en bienes, riqueza en tiempo y riqueza relacional. 

Riqueza en bienes y servicios que garanticen una vida digna para todas las personas sin exclusión alguna. Riqueza en tiempo para dedicar más a las actividades “no productivas” y a las actividades “invisibilizadas y feminizadas” (los cuidados de la vida que la hacen posible y sostenible), que a las productivas. Riqueza relacional porque cumplidas las dos anteriores, es la única capaz de generar felicidad en el ser humano.

Cambiando el eje de transformación

Bien, pues desde la izquierda emancipadora y transformadora defiendo que, en estos nuevos tiempos que abrió el 15M al posibilitar que la ciudadanía se empodere y emerja como actor político directo y en el entorno de capitalismo disfuncional que vivimos, hay que integrar en la lucha a todas las personas, considérense en su interior de izquierda, centro o derecha, que participen de esa definición de Frei Betto y estén dispuestas a trabajar y colaborar por ese nuevo mundo.

Desde la izquierda emancipadora y transformadora, sin renunciar a lo que define a cada cual, debemos generar un discurso o relato integrador, que será el único que nos permita realizar ese cambio radical a un nuevo mundo donde hayamos superado los sistemas de dominación actuales.

Centrar el discurso en mi parcela o parcelita ideológica, es mirarse al ombligo, está muy bien para las reuniones entre compañerxs, para el ego y la autoafirmación y para el disfrute del cerveceo, pero es incompatible con el discurso integrador, va en la dirección contraria, aleja a muchxs compañerxs de lucha que son imprescindibles para vencer y, en consecuencia, coopera en el mantenimiento de los sistemas de dominación, al impedir la transformación social que hoy es potencialmente posible y realizable, como nunca fue, debido a la disfuncionalidad del sistema capitalista y al empoderamiento ciudadano. 

Hoy no podemos permitirnos el lujo de centrar el debate entre izquierdas y derechas, conceptos por otro lado muy manidos y desvirtuados por su mal uso. Debemos centrarnos en unir bajo un mismo discurso integrador a todxs aquellxs que deseen un mundo distinto, justo y sostenible en lo social y en lo ecológico.

 




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