Botín de cajas

José A. Pérez TapiasGranada Hoy

Horacio Oliveira, en uno de sus arrebatos, afirmaba que “cada vez que entramos en una crisis es el absurdo total”. Explayándose añadía: “en el punto culminante de una crisis procedemos siempre por impulso, al revés de lo previsible, haciendo la barbaridad más inesperada”. Y nosotros podemos preguntarnos: ¿no habrá algo de eso en la crisis que padecemos? El mismo presidente del Gobierno, en referencia a los ajustes, se sinceraba en el debate sobre el estado de la nación diciendo: “adopté medidas que no tenía que haber adoptado hasta ese momento, que no pensaba adoptar, que nunca había anunciado, pero que tuve que adoptar”. ¿Será por estar en ese punto de la crisis en el que se roza el absurdo?

Una acelerada dinámica nos ha llevado desde la crisis del sistema financiero hasta la crisis de los Estados, endeudados, entre otras cosas, por salvar a la banca de sus excesos especulativos. De apuntar a quienes se lucraban sin escrúpulos se ha pasado a hacer recaer sobre la ciudadanía, especialmente trabajadores y pensionistas, las cargas que los mercados imponen para, supuestamente, salir de la crisis. Los gobiernos soportan el embudo que el capital les aplica: dictan medidas a su favor, aunque sean injustas.

Soluciones que benefician al capital, los mercados y lo privado se ofrecen a costa del trabajo, el Estado y lo público. Nuestro Oliveira podría contar lo que espera de una reforma de la Ley de cajas de ahorro que propiciará que acaben siendo bancos, privatizadas, en suma. Aun conociendo los problemas de capitalización existentes, él hubiera deseado una apuesta clara por el modelo de cajas, corrigiendo vicios, pero reforzando su dimensión pública. ¿Es que no se ha echado en falta una banca pública que atendiera necesidades que la banca comercial desconsidera?

Por el Sur vemos cómo el capital busca acomodo en el Norte, reeditando la acumulación de las burguesías industriales en Madrid, Cataluña y País Vasco. Es cierto que a ello ha coadyuvado, sin que faltaran consejos clericales, la miopía de otras burguesías localistas incapaces de muscular su potencial económico. No lo es menos que el Banco de España, según parece, ordena el patio a la medida de intereses ajenos a Andalucía. ¿Decir esto corresponde a una visión de campanario? Quien quiera, que mire a ver qué panorama financiero vislumbra de Madrid hacia abajo. Oliveira, a quien Cortázar, en Rayuela, hacía componer extravagantes juegos de palabras, propondría hablar de cajas, cajeros, cajones, encajados, canjeados… ¡Canje de cajas por bancos! ¡Esperado botín de cajas en tiempos de vencidos, vencimientos y algunos vencedores, los mismos de siempre!




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