Alakrana, punto ¿…y final?

Francisco Piniella – ATTAC Cádiz

Ongi etorri Alakrana. Por fin llegaron los tripulantes del atunero y se acabó el culebrón del secuestro mediático más importante de los últimos años. Para desgracias del PP todo resultó más o menos con un final feliz, se les acabó el chollo.

Los piratas, incluidos los niños filibusteros, se llevaron el botín, los abogados ingleses se llevaron su tajada, y los familiares podrán comerse el turrón con sus seres queridos. Zapatero tuvo su minuto de gloria y varios días de calvario. Y así nos podremos olvidar de los doce barcos que siguen allí retenidos, nos olvidaremos de un No-Estado fabricado a nuestro antojo para evitar el pago de los derechos que le corresponde a Somalia en su ZEE (Zona Económica Exclusiva), y seguiremos financiando las empresas de seguridad privada, cada vez más en boga desde que a las Guerras las llamamos Incursiones Humanitarias, y los enemigos no son soldados sino terroristas… o piratas.

La piratería y el asalto de buques, que parecían a comienzos de siglos algo reservado a las películas y la literatura, ya empezamos a aceptar. El tiempo de piratas, enlatados en películas de Errol Flynn y Olivia de Havilland, o en las novelas de Stevenson o Salgari, no solo no ha pasado, sino que permanece vivo. El siglo XX y XXI siguen marcados por este tipo de hechos ilícitos, relacionados con los niveles de pobreza y de desregulación existente en zonas donde la configuración geográfica hace más posible estas intervenciones: Somalia, Indonesia o Malasia.

La Organización Marítima Internacional (IMO) considera la lucha contra la piratería en el mar como de alta prioridad especialmente a partir de la propia Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Mar UNCLOS-1982. IMO ha aprobado en dos ocasiones, en el seno de su Comité de Seguridad Marítima, sendas circulares en las que se recogen las “Directrices para propietarios y armadores de buques, capitanes y tripulaciones sobre la prevención y represión de actos de piratería y robos a mano armada, perpetrados contra los buques”.

Sin embargo, quizás la clave más que técnica sea política, y esté, en que nadie, en este Primer Mundo, tiene la delicadeza, aunque sea por un día, de dejar a un lado su eurocentrismo y su única manera de enjuiciar a buenos y malos, especialmente en un siglo en el que se quisieron cargar la Historia y terminaron cargándose el Derecho Internacional.

Nadie habla tampoco de los residuos radioactivos que los países ricos dejamos caer en sus aguas y que llegan poco a poco a sus costas contaminando las playas y los acuíferos en general. Alguien se ha preguntado el por qué del aumento en la población somalí de infecciones agudas del aparato respiratorio, hemorragias abdominales, reacciones cutáneas y otros síntomas idénticos a los de la intoxicación por sustancias químicas o radiactivas.

En estos tiempos duros para la familia de los marinos, y de cualquiera que tenga que ganarse la vida allí, tampoco nos preguntamos por la facilidad de estos piratas en comprar armamento como si de un kilo de lentejas en el Carrefour se tratara. ¿Quién gana con el negocio de los residuos de la “querida” Energía Nuclear? ¿Quién gana con el negocio de la venta de armas? ¿Quién gana con el Alakrana?




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