Snowden: ¿por qué no te callas? El reino bananero de España

Edward-SnowdenJuan Carlos Monedero – Consejo Científico de ATTAC.

El primer encontronazo del Presidente Chávez con Bill Clinton tuvo lugar precisamente por culpa del espacio aéreo. Clinton agradecía a Chavez que, en nombre de la amistad entre los pueblos venezolano y norteamericano, y en virtud del Plan Colombia, autorizara a la fuerza aérea gringa sobrevolar territorio venezolano. A lo que Chávez contestó: nada que agradecer Presidente, porque el pueblo venezolano reconoce igualmente la amistad del pueblo norteamericano que en virtud de las relaciones entre ambos pueblos y en aras del Plan Colombia permite a la fuerza aérea venezolana sobrevolar territorio norteamericano. Y hasta ahí podíamos llegar, pensó Clinton. Estos países bananeros…

Pero es que América Latina ya es otra. Decía el Che que la Organización de Estados Americanos era el Ministerio de Colonias norteamericano. Y por eso, con el impulso del corajudo Chávez, decidieron dotarse de instituciones regionales soberanas: UNASUR, CELAC, ALBA. Y hacía ahí camina ese continente. En el caso de Bolivia con la decisión de Evo Morales, quien no ha dudado en expulsar de su país a los norteamericanos realizando labores de espionaje. Como en Europa, vamos. Un continente soberano, digno, decente. Todo lo contrario de esta decadente Europa que, al tiempo que descubre que su amigo Estados Unidos tenía micrófonos hasta en los baños del Parlamento Europeo, le dice quién puede y quién no sobrevolar su propia espacio aéreo.

Somos una colonia norteamericana. ¿Será mejor asumirlo de una vez por todas? Lo entendió muy bien José María Aznar: ya que somos rehenes de los norteamericanos, hágamonos uno de ellos. Alguna migaja te cae de su banquete. Y mientras Europa se convierte de facto en una estrella más de la bandera, como Puerto Rico, si hablo con acento tejano y señalo hacia las montañas con el dedo mientras digo arrobado “Mountains, Mountains”, por lo menos me dejan poner los pies encima de la mesa y eructar como los de Kansas después de beberme una Coca-Cola.

América Latina ha empezado a ser librándose de las tutelas. Algo que no hemos hecho en Europa y, mucho menos, en España. Contamos con lengua de serpiente que la liberación de Europa de los nazis comenzó en el desembarco de Normandía, y ya se encargargó Hollywood de hacerlo cierto. Pero la verdad es que la derrota del fascismo empezó con la debacle del 6º Ejército alemán en Stalingrado. Fue el ejército rojo el que liberó Europa. Claro está, salvo en España. Que Franco se quedaría para siempre. Para eso nos pusieron las bases de Torrejón, Rota, Morón y Zaragoza. Donde, seguramente, almacenan los micrófonos que luego siembran por Europa, su amiga, para espiarla.

Si España tiene un valor añadido es América Latina. Nos llamamos hermanos. Pero no dejamos que el hermano Evo Morales, Presidente Constitucional de Bolivia, sobrevuele territorio español. Lo detenemos como si fuera un delincuente. Lo registramos. Lo convertimos en sospechoso. Al final, de manera vergonzante, autorizamos el vuelo. Al igual que con las elecciones en Venezuela que ganó Maduro. Al final, como a la fuerza ahorcan, terminamos asumiento lo que teníamos que haber hecho desde el principio. Quedamos con todo el mundo como gente de poco fiar. ¿Será verdad que nos parecemos a nuestros gobernantes?

El primer viaje que hizo Juan Carlos de Borbón después de sustituir a Franco en la jefatura del Estado fue a los Estados Unidos. Seguimos tutelados. Somos un vergonzoso Reino bananero. En el próximo viaje del monarca, su familia o el gobierno a la América del Sur, cuando los brindis y las palabras huecas de amistad entre los pueblos, alguien hará sonar una copa con una cucharilla, les interrumpirá y les recordará este gesto de inamistad, de vejación, de falta de soberanía. Igual al Rey lo más que se le ocurre es decir, achispado, ¿por qué no te callas? Ignorando que ese continente, a diferencia del nuestro, ha aprendido ya a hablar sin pedir permiso.

No sirve de mucho, pero otra España os pide disculpas.




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