¿Se privatiza la política?

parlamento europeoMiren EtxezarretaPúblico.

Cuando hace unos días empecé a escribir esta nota tenía en mente al Parlamento Europeo. No obstante, los acontecimientos económico-políticos se suceden con tal velocidad que dicho comentario ha quedado ya pequeño y la ausencia de democracia se acentúa: ahora resulta que ni siquiera los gobiernos tienen que estar sometidos a las formas de legitimidad democrática y que la única preocupación es que los mercados muestren su satisfacción con estos.
Empecemos por la única institución electa de la Unión Europea.

En los últimos meses, ¿alguien ha oído hablar del Parlamento Europeo? Ha desaparecido de la escena. Frente a las enormes turbulencias que está experimentando la Unión y las importantes decisiones que se toman en su nombre, no aparece ni una sola referencia al Parlamento. A pesar de la acentuada debilidad de la democracia en la UE, y de que siempre ha sido un ente marginal en la estructura de la Unión, es la única institución refrendada por los europeos, y ni se le ve, ni siquiera se pretende que tenga la más mínima importancia.

No es sólo el Parlamento. La gestión de la crisis de la deuda está siendo regida casi en exclusiva por Angela Merkel y Nicolas Sarkozy que deciden cuáles serán los pasos que habrán de dar los culpables países deudores y los que habrán de seguir sin fisuras los 17 países de la eurozona y los 27 de la Unión. Que, por otra parte, no parecen resentir demasiado esta situación mientras puedan continuar tranquilos. Tampoco parece que a Merkel y Sarkozy les moleste que sea tan conspicuo que sean ellos solos los que decidan frente a sus 17 o 27 copartícipes nominales.

Aunque algunos órganos directivos intermedios de la Unión muestran algo más de presencia –se reúnen los ministros, sobre todo los de Economía y Hacienda, para preparar las reuniones de sus respectivos jefes de Gobierno– al final aceptan los dictados del tándem Merkel-Sarkozy, o sirven para justificar las pomposas reuniones de Barroso y Van Rompuy, que luchan desesperadamente por parecer que mandan algo en la Unión mientras son desautorizados por los dirigentes francoalemanes todas las veces que a estos les parece.

Toda esta evolución tenía que concluir como lo está haciendo, con el nombramiento de dos jefes de Gobierno de los países con los mayores problemas realizado por canales jurídicamente válidos, pero con el mínimo de incidencia de las ya muy desarboladas instituciones democráticas. Y cuya principal virtud parece residir en que son técnicos y no políticos. Pero los mercados están muy contentos y, sobre todo, Goldman Sachs que, una vez más, consigue que entre los principales dirigentes de los países se sitúen –o ¿ellos les sitúan?– sus antiguos empleados o un tecnócrata griego de amplio recorrido que, casualidad, facilitó la entrada de Grecia en el euro realizado.

Lo grave no es sólo la carencia democrática casi total, sino que esta dinámica no es más que la evolución natural de unas tendencias a ir disminuyendo el papel de las instituciones democráticas en la vida de los países. Se está privatizando la política, potenciando cada vez más, con mayor fuerza y con menores precauciones, el que la gestión de la vida común no la realicen los políticos –por muy insatisfactoriamente que sean elegidos– sino agentes cada vez más directos de los grandes poderes económicos. La disminución del papel de los legislativos, los lobbies empresariales, las puertas circulares, son aspectos bien conocidos desde hace tiempo en la escena política, pero los últimos acontecimientos apuntan a una potente ampliación de estas dinámicas y a la gradual sustitución de los políticos por técnicos de alto nivel de los poderes dominantes.

El último y claro ejemplo son los nombramientos del jefe de Gobierno de Grecia y el de Italia, y el hecho de que son saludados con entusiasmo por los mercados y la inmensa mayoría de los dirigentes políticos y los creadores de opinión. Es curioso que los técnicos sean considerados en tan alta valía, pues parece lógico pensar que en general los políticos que mandan tienen tras ellos el asesoramiento de técnicos de no menor valía que los que ahora se ensalzan. ¿Tanto es el peso de unas pocas personas en los asuntos de Estado? En definitiva, se trata de la negación de la política.

En España se perciben también estas tendencias. Zapatero ha hecho gala frecuentemente de sus reuniones con banqueros y empresarios de primera línea y sus correspondientes técnicos para orientar la política económica, se establecen think tanks para tratar de encaminar la trayectoria del país, surgen documentos donde los técnicos pretenden no sólo realizar diagnósticos de lo que sucede, sino que aconsejan directamente a las más altas instancias (rey y Gobierno) acerca de la trayectoria que se debe seguir (véase la iniciativa Transforma España, por ejemplo), siendo parte de la recomendación la gradual dejación de la política en manos de los técnicos (aunque estos, causalidad, sean los técnicos de los poderes económicos dominantes).

La democracia, débil, imperfecta e insuficiente como es, está siendo asfixiada por los poderes económicos en aras de una muy hipotética eficacia que, además, favorece los intereses más poderosos y deteriora la situación de las poblaciones. Es un desarrollo muy grave, porque puede conducir a posiciones de dictadura práctica por parte de una tecnocracia dirigente minoritaria, muy alejada de los intereses de la población y sin ningún control social. No se abandona la política impunemente y esta degradación de la misma puede tener consecuencias muy serias en el futuro.




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