¿Por qué no un Consejo Económico Mundial?

Francisco Morote – ATTAC Canarias

¿Resulta descabellada la idea de crear un Consejo Económico Mundial?

Hace tan sólo unos pocos años, antes del terremoto financiero, económico y social que ha sacudido el mundo, con toda seguridad la idea habría sido desechada. Eran los tiempos del nuevo «dejad hacer, dejad pasar» neoliberal, del fundamentalismo del mercado y, en consecuencia, cualquier propuesta que entrañase la existencia del algún organismo que supervisara o coordinase la marcha de la economía mundial, habría sido anatematizado como la peor de las injerencias políticas posibles.

Actualmente, sin embargo, en 2009, cuando la extremada gravedad de la crisis ha obligado a la práctica totalidad de los gobiernos del mundo a intervenir para «rescatar», salvar o apuntalar a sus sistemas financieros nacionales y al sistema financiero internacional mismo, y cuando la Gran Recesión provoca, entre otros males, el aumento del desempleo global, la idea de crear un Consejo Económico Mundial no sólo ha dejado de ser «descabellada», sino que dificilmente puede ser ignorada o descalificada.

¿Donde ha surgido o quién la ha planteado primero?

Si no me equivoco, la primera personalidad pública en plantear seriamente la cuestión fue la Canciller alemana Angela Merkel. Lo hizo en enero de este mismo año y en el marco, nada más y nada menos, que del Foro Económico Mundial de Davos, verdadero santuario, durante décadas, del pensamiento neoliberal. La idea de Merkel, que recientemente ha cuestionado también la oportunidad o necesidad del G-8 tras surgir el G-20, consiste en proponer la creación de un nuevo organismo de la ONU, el Consejo Económico Mundial, que ella equipara en importancia al propio Consejo de Seguridad, órgano ejecutivo principal de las Naciones Unidas.

La idea, en mi opinión, sería acertada, sino fuera porque lo que la Canciller alemana parece proponer es la reproducción del esquema de funcionamiento elitista y selectivo del Consejo de Seguridad de la ONU, donde solo cinco Estados -Reino Unido, Francia, Estados Unidos, Rusia y China-,tiene asiento permanente y derecho exclusivo de veto. Como, además, Merkel no cuestiona la existencia del G-20, me temo que su visión de los actores que tendrían que gestionar globalmente y con una mirada planetaria los problemas de la economía mundial es parcial, puesto que prescinde de otro órgano de la propia ONU mucho más universal y representativo, la Asamblea General, integrada por 192 Estados Miembros (G-192).

¿Anula la insuficiencia del enfoque el valor de la propuesta?

No lo creo, la idea de un Consejo Económico Mundial, cuya principal tarea ahora sería la de hacer frente a la Gran Recesión, no es, ni puede considerarse descabellada o irrelevante.

Ahora bien, ¿qué acogida ha tenido por parte de los gobernantes de los Estados más poderosos del mundo?

Que yo sepa el silencio más absoluto, lo que equivale a decir el vacío o la negación.

Sin embargo, la propuesta es tan oportuna, tan necesaria que con el aval o sin el aval de los grandes Estados, tenía que reaparecer y plantearse con fuerza.

¿En qué contexto lo ha hecho?

En el de la celebración de la «Conferencia sobre la Crisis Financiera y Económica y su Impacto sobre el Desarrollo», de las Naciones Unidas. Dicha Conferencia, impulsada por el presidente de la Asamblea General de la ONU el nicaragüense M. D´Escoto, tuvo lugar en Nueva York los días 24, 25 y 26 de junio pasado.

¿Se tomó allí la decisión de crear un Consejo Económico Mundial que asumiera la responsabilidad de afrontar la crisis que aflige al mundo?

No, pero ese era uno de los objetivos fundamentales de la Conferencia. Bajo la dirección del Premio Nobel J. Stiglitz, secundado por un cualificado equipo de expertos, se elaboró un documento que, entre otras recomendaciones, planteaba la creación de un Consejo Coordinador Económico Mundial,vinculado a la Asamblea General de la ONU.

¿Cual había de ser la función de ese nuevo Consejo?

Parece evidente que, como su propio nombre indica, su principal tarea tenía que ser la de coordinar los esfuerzos de los Estados Miembros con el propósito de alcanzar objetivos de interés general.

En fin, si de la Conferencia no surgió la decisión de crear este nuevo organismo fue por la oposición radical de Estados Unidos y la Unión Europea que rechazaron tajantemente el documento elaborado por la Comisión Stiglitz.

Y, sin embargo, en el documento final, aprobado por la Conferencia, se reconoce la necesidad de que : las «acciones y respuestas a la crisis … se coordinen de manera apropiada a nivel internacional» (párrafo 1); «se adopten con rapidez medidas decisivas y coordinadas para abordar sus causas» (párrafo 5); se le de a la crisis «una respuesta mundial enérgica, coordinada y amplia» (párrafo 10) y, sobre todo, «Reconociendo las decisiones adoptadas en la cumbre del Grupo (se refiere al G-20) estamos resueltos a reforzar las funciones de las Naciones Unidas y sus Estados Miembros en los asuntos económicos y financieros, incluida su función de coordinación (párrafo 16).

En definitiva, del documento final donde las referencias a la coordinación se repiten no solo en los párrafos mencionados sino en otros posteriores (37, 42, 50, 52 a y b y 56 a), se deduce la necesidad imperiosa de concertar los medios y los esfuerzos para una acción común y, sin embargo, el instrumento indispensable para hacerlo, el Consejo Coordinador Económico Mundial, se desestima. Una incongruencia semejante solo se explica si se tiene en cuenta la voluntad de Estados Unidos, la Unión Europea y potras potencias de marginar al gran foro mundial que simboliza la Asambla General de las Naciones Unidas con sus 192 Estados Miembros, para hacer del G-8 o, en su defecto, del G-20 un consejo económico mundial de facto, incompleto e ilegítimo.

En suma,la Gran Recesión ha puesto al descubierto una «crisis de gobierno global» como manifestó, también en Davos, el ex-Secretario General de la ONU, K. Annan. Una crisis que solo organismos como el Consejo Coordinador Económico Mundial podría afrontar, promoviendo el trabajo conjunto de todos los Estados hacia el logro de objetivos comunes justos para todos.

¿Por qué no, entonces, un Consejo Económico Mundial, vinculado a la Asamblea General de las Naciones Unidas?




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