Pobreza y riqueza en el país de la Merkel

MerkelÁngels M. Castells — Consejo Científico de ATTAC.

Sabíamos que con la crisis aumentaba la concentración de capitales y se abría una brecha de desigualdades que está minando la convivencia e incluso la democracia en los países más maltratados por la estafa mundial. Ahora sabemos también que las diferencias, la precariedad y la marginalidad alcanzan el país que teóricamente sale más beneficiado por el gran montaje de la deuda, el trato a favor a su sistema bancario y sus menores deseos convertidos en órdenes que afectan a toda la Unión Europea. Ahora sabemos también que las desigualdades están empeorando de forma drástica la sociedad alemana. Para que luego algunos vayan por ahí hablando de naciones, o de sociedades como un todo. Que incluso en la Alemania de la Merkel la cohesión social está siendo sometida a duras pruebas lo demuestra el estudio del Ministerio de Trabajo que está teniendo amplio eco en toda Europa (ver por ejemplo la noticia en Avante)… y en el que se reconoce oficialmente cómo se han incrementado las desigualdades en Alemania en los últimos 30 años, y de forma muy especial, en las dos últimas décadas.

El estudio, de 500 páginas, titulado “Riqueza y Pobreza”, pone de manifiesto que la transferencia de riqueza del trabajo al capital ha sido muy pronunciada, generando desigualdades sociales que hasta hace muy poco nadie reconocía. Así, en tan sólo 20 años, la riqueza privada ha pasado de 4,6 billones (millones de millones) de euros, a diez billones, con una concentración creciente. En detalle, las estadísticas federales para el año 2008, muestran que el 53 por ciento de los activos estaban en las manos de sólo el diez por ciento de los alemanes más afortunados. Otro 46 por ciento de la riqueza, mejor distribuida,correspondía al 40 por ciento de la población, pero la otra mitad de los alemanes, el otro 50%, sólo disponía del uno por ciento restante.

Diez años antes, en 1998, la mitad más pobre todavía disponía del 4 por ciento de los activos privados y el 40 por ciento de la población medianamente rico accedia al 52 por ciento de la riqueza. En el período que siguió, sólo el diez por ciento más rico consiguieron aumentar su riqueza a costa del empobrecimiento de la inmensa mayoría de la población.

Esta tendencia ha continuado, según muestran los datos de 2011, y en la actualidad el diez por ciento más rico detenta el 66,6 por ciento del capital.

Pero incluso dentro de este 10% de afortunados existen diferencias abismales: sólo el 0,1 por ciento de la población de más de 17 años controla el 22,5 por ciento de los activos, un 0,9 por ciento el 13,3 por ciento de la riqueza y el restante nueve por ciento de la brecha de súper ricos se reparten el 30,8 por ciento del capital.

La parte intermedia (40 por ciento de la población) ha visto disminuir su participación hasta el 32,2 por ciento, quedando el 1,2 por ciento dejando la otra mitad de la población.

En Alemania, como en tantos países de la UE, el aumento de la desigualdad en los últimos diez años se debe a la práctica congelación de los salarios reales, mientras que los beneficios empresariales se han más que duplicado. Este aumento de la explotación se ampara en leyes conocidas como Hartz IV, que promovieron los bajos salarios y la precariedad laboral generalizada, mientras los mayores ingresos se beneficiaron de reducciones de impuestos desde principios de siglo del siglo XXI… ¿verdad que les suena como algo muy próximo?

Las empresas, por ejemplo, vieron reducir su tasa impositiva del 51,6 por ciento, en los tiempos del conservador Helmut Kohl, hasta el 29,6% (22% en la práctica), con la coalición entre socialdemócratas y verdes (1998 -2005). El resultado está a la vista: si en los años 80 Alemania fue uno de los países con el menor porcentaje de bajos salarios (14%) en la actualidad el empleo precario, siempre mal pagado, asciende al 25 por ciento, lo que equivale al mismo porcentaje de los Estados Unidos… y así es también como Europa va perdiendo su identidad en una globalización de la explotación que impone desigualdades insoportables, incluso para los países más ricos.

Además, las mujeres son las primeras en padecer estas políticas favorables al capital. Datos recientes de las estadísticas federales indican que en Alemania, las mujeres ganan en promedio 22 por ciento menos que los hombres. Y las cifras oficiales revelan además la existencia de 13 millones de personas pobres, aunque la cifra aumenta día a día con las que se quedan sin empleo, las ancianas… y quienes se ven obligadas a trabajar en precario, cuyos salarios no alcanzan para vivir y se ven obligadas a recurrir a las instituciones de bienestar .

Una de estas organizaciones es Deutsche Tafel, con más de 20 años de actividad, que recupera comida para repartir de los supermercados y panaderías. Deutsche Tafel ha ayudado ya a más de 200.000 personas necesitadas este año en comparación con 2011, y señala que hay por lo menos 1,5 millones de personas que asisten a los comedores sociales en Alemania. Según su presidente, Gerd Häuser, “la política de lucha contra la pobreza ha fracasado en Alemania”. Hoy tener trabajo ya no significa estar protegido contra la pobreza.

Más información (y recomendación de seguir) en Rafael Poch




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