Hacia la Europa social que necesitamos

Manuel Moret – Presidente de ATTAC – Pais Valencià

El próximo día 7 de junio elegiremos un nuevo Parlamento Europeo. Lo haremos en medio de ésta crisis económica que está sumiendo en recesión y desempleo a todos los países de la Unión. Salir de ella va a requerir una reorientación del actual proceso de construcción europea y caminar resueltamente hacia una Europa más preocupada por lo social y mucho más democrática, lo que exige sustituir a la actual mayoría conservadora y neoliberal por otra marcadamente progresista.

Si algo ha quedado claro en esta crisis, ha sido el rotundo fracaso de las políticas neoliberales que, desde hace más de tres décadas, ha estado condicionando el proceso de globalización de la económica y también el de la construcción europea.

En el caso europeo, el neoliberalismo ha tenido consecuencias graves. La libre circulación de capitales, la obsesiva lucha por la competencia, junto a la creciente rebaja social y fiscal, ha constreñido de manera decisiva la Europa que hoy tenemos. Bajo esas coordenadas, la ortodoxia neoliberal decidió, primero, que para crear el gran mercado europeo, era necesario que el Banco Central Europeo (BCE) pusiera la política monetaria al servicio del control de la inflación y no del crecimiento y el empleo – para no “perjudicar” así los rendimientos del capital-; en segundo lugar, que se desindexaran los salarios del IPC, para abaratar los costes laborales, lo que ha conllevado –además de poder adquisitivo- la perdida de peso de éstos en la composición del PIB, al contrario que ha ocurrido con el de las rentas del capital que ha aumentado; y, por último, la idea de mantener un presupuesto de la UE reducido –algo más del 1% del PIB europeo- y de estimular el mantenimiento de una fiscalidad a la baja, erosionando así paulatinamente las prestaciones públicas. Sin duda, la cohesión social exige un esfuerzo fiscal mucho mayor.

La opción por el libre mercado ha pesado mucho más que el impulso de políticas sociales, cometiendo verdaderos atentados contra derechos consolidados por trabajadores, como el de la negociación colectiva, la jornada laboral o la prestación de servicios públicos de calidad. La Sra, Thatcher, con su terrorífica afirmación de que “la sociedad no existe, solo hay individuos”, -auténtica perla del pensamiento neoliberal- hizo que calara excesivamente esta idea en los forjados del entramado europeo. Con esos mimbres ¿cómo puede construirse la Europa social?

Esa misma defensa a ultranza de la libertad de mercado y de su presunta capacidad de autorregularse, es la que ha hecho cerrar los ojos de tantos estados democráticos para que “no pudieran ver” esos paraísos fiscales tan cercanos –cuya erradicación hay que exigir ya-, convertidos en verdaderos refugios impunes del negocio criminal del fraude fiscal y la evasión de capitales.

Necesitamos otra UE mucho más preocupada por los derechos de las personas y por la verdadera cohesión social, que priorice el empleo y el bienestar. Una UE con mucha mayor capacidad para que los estados actúen con mayor visión colectiva, mucho más conjuntados para afrontar las dificultades. El poco grado de consenso en esta hora de crisis, ha puesto de manifiesto la incapacidad para acordar un plan conjunto, europeo, para hacerle frente, mientras que cada estado ha adoptado las medidas que más le ha convenido.

Naturalmente que ello exigiría también, contar con una política monetaria puesta al servicio del empleo, que promoviera una mayor estabilidad financiera, capaz de romper –preventivamente- burbujas especulativas en los mercados financieros e inmobiliarios, evitando así tener que acudir “in extremis” a “salvar” al sistema financiero del desastre –como en esta ocasión- con billones de euros de dinero público y de dudosa eficiencia social.

Urge, en fin, una UE alejada del neoliberalismo. Con mayor peso político en el concierto internacional en el que, además de impulsar la paz y el desarrollo de los pueblos, sea vanguardia en las reformas democráticas de aquellas instituciones internacionales que tanto condicionan la vida de los pueblos: Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y Organización Mundial del Comercio.

Por todo eso necesitamos apostar el próximo 7 de junio, porque seguimos creyendo que “otra Europa también es posible”.




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