Hablemos de escudos

José A. Pérez TapiasGranada Hoy.

En España nos hemos aplicado a seguir la exhortación de Agamenón a los aqueos: “Que cada cual afile bien su lanza/y que bien el escudo se prepare”. En estos tiempos alejados de los homéricos, con una sociedad postheroica ajena a la épica de la Ilíada, una sofisticada tecnología nos ha conducido a preparar un “escudo antimisiles”. No es ficción, aunque recuerde aquella denominación de “guerra de las galaxias” para la estrategia impulsada por el presidente Reagan. Es realidad que reformula el proyecto del anterior presidente de EEUU, George W. Bush, sobre un escudo antimisiles focalizado hacia Rusia. Obama modificó el diseño de dicho escudo, que aparece ahora en relación a otros focos de amenazas (Irán y Corea del Norte), así como en relación a posibles grupos terroristas que dispongan de misiles balísticos.

El dispositivo de defensa contra misiles que se va a desplegar teniendo en Rota la base para los cuatro destructores estadounidenses que serán componente naval del mismo, complementado con rádares en Turquía e interceptores en Rumania y Polonia, fue decidido por la OTAN en la Cumbre de Lisboa de 2010. Después de aprobado el Plan de Acción de Defensa Antimisiles por los ministros de la Alianza, se ofreció a España instalar en su territorio el mencionado componente naval, con lo que supone para la Bahía de Cádiz por flujo de personal, desarrollo tecnológico y contratos de mantenimiento. Las razones socioeconómicas, aun siendo importantes, son secundarias respecto a otras atinentes a un planteamiento de defensa colectiva –ningún país la puede asumir en solitario-, enmarcado en una estrategia nacional de seguridad como la recientemente aprobada. Por todo ello el gobierno de Zapatero ha decidido a favor. No obstante, la razonabilidad del asunto no ahorra estupor a la ciudadanía ante una decisión sorprendente, dada a conocer en el tiempo de prórroga del gobierno tras la disolución de las Cortes, y que exige despejar muchas dudas.

Se puede decir que la cuestión no radica en el escudo antimisiles, sino en la pertenencia a una alianza en la que no se puede estar a medias. Pero a la vez cabe llamar la atención sobre unas formas políticas que, ya que se ha tomado decisión tan crucial en materia de defensa, posponen demasiado el debate parlamentario acerca de la misma. Se puede considerar también lo que supone una ocasión perdida para modular una cultura de la defensa a la que permanece un tanto ajena nuestra opinión pública, a pesar de su valoración de las FFAA. Por ello, si cuanto antes se produce en el parlamento la comparecencia del gobierno para dar cuenta de su decisión más lejos estaremos de lo que el demócrata republicano que fue Gumersindo de Azcárate ya denunciaba en el siglo XIX: que el parlamento se convirtiera en “una oficina del poder ejecutivo”.




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