Fortalecer nuestra democracia social

Xavier Aparici Gisbert – ATTAC Canarias.

Con los recortes de nóminas al funcionariado y con el aumento de impuestos indirectos la tormenta de empobrecimiento y desprotección se vuelve perfecta y generalizada: tras el acoso a la ciudadanía con niveles de ingreso básicos, sometida a despidos y desprotección pública masivos, ahora toca hundir a las clases medias para asegurar el giro hacia un régimen autoritario y dual aplicando políticas antidemocráticas y antieconómicas aceleradamente, ahondando en el vaciamiento del Estado de derecho y en el colapso de la economía interna.

A quiénes sirven la derecha y la izquierda neoliberales, enrocadas en el bipartidismo político que domina desde hace décadas los parlamentos en España y en la mayoría de los países occidentales, ya se veía en los tiempos de crecimiento económico. Pero en estos momentos de depresión de la economía y de paro masivo, no deja lugar a dudas: los grandes poderes financieros y empresariales multinacionales, la institución religiosa hegemónica y los medios de difusión prevalentes, junto a sus cuadros políticos y administrativos, permanecen, aún en estos dramáticos tiempos, libres de responsabilidades sociales y con sus intereses a salvo de la fiscalización democrática.

El neoliberalismo global, la conspiración de los más ricos, tras conseguir la desregulación mayor y la más amplia movilidad para sus capitales y macroempresas, tras esquilmar países, comunidades y entornos por todo el planeta, pasa la factura de sus fiascos y luchas internas a los Estados democráticos, sociales y de economía mixta, asistidos por las cúpulas políticas y funcionariales más reaccionarias y corruptas.

Pero, al menos en España, se les ha ido la mano, se han pasado de la raya. La casta política que controla las instituciones de gobierno, tras tanto tiempo de vulnerar impunemente los valores y preceptos de nuestra constitución democrática, y acostumbrada a engañar a simpatizantes y opositores sin remilgos, se ha llegado a olvidar de que aún vivimos en una sociedad moderna, abierta a la libre información y estructurada como un Estado de derecho, social y democrático.

Desde que, con el giro hacia la tiranía política con armas económicas, el capitalismo del derrame ha dejado de manar, desde que aunque la tarta crezca ya no se reparten migajas, amplios sectores de la administración pública y del empresariado medio están empezando a reconsiderar, a marchas forzadas, sus verdaderas fidelidades políticas y sus posicionamientos sociales más convenientes.

Con los recortes de nóminas al funcionariado y con el aumento de impuestos indirectos la tormenta de empobrecimiento y desprotección se vuelve perfecta y generalizada: tras el acoso a la ciudadanía con niveles de ingreso básicos, sometida a despidos y desprotección pública masivos, ahora toca hundir a las clases medias para asegurar el giro hacia un régimen autoritario y dual. Al actual capitalismo, fuertemente especulativo, le sobran los niveles intermedios de la economía.

Sin más motivo que porque está su desquiciada naturaleza depredadora -aunque aún justificándose en esperpénticas retóricas de recuperación y beneficio ulteriores- con las últimas medidas aprobadas por el Partido Popular en materia de remuneraciones e impuestos, un sinfín de ciudadanos y ciudadanas, más o menos acomodados en los cuadros de la Administración pública y en pequeñas y medianas empresas dependientes del consumo interno, van a hundirse en el foso de la precariedad generalizada. Porque en el mundo de pesadilla del neoliberalismo los que pierden, lo pierden todo, no como en los regímenes donde se respetan los derechos humanos, las constituciones sociales y los valores democráticos.

En nuestro Estado todas esas garantías aún forman parte del ordenamiento general de nuestra sociedad. Eso es lo que están recordando, ante el precipicio, multitud de ciudadanos y ciudadanas hasta hace poco confortables y receptivos con la propaganda reaccionaria. Y el remedio a esta zozobra generalizada, está ahí desde 1978, y consiste en asegurar y profundizar nuestra democracia social. En casa, en el vecindario, en el trabajo y en la calle. A tiempo estamos.




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