El pacto Rajoy-Rubalcaba es humo

Rubalcaba-RajoyPedro Vaquero – ATTAC Granada.

Lo ha dicho Román Orozco en Canal Sur hoy mismo, hace apenas una hora. En efecto, el pacto Rajoy-Rubalcaba es pura imagen, de cara a la galería de los mercados: O sea, que lo que pretenden es generar “confianza” de cara a la reunión del Eurogrupo, para impresionar. Pero este tipo de pactos son un instrumento de la política oficial que conviene desmenuzar porque tienen más miga de lo que parecen.

La primera impresión que da a los sufridos conciudadanos es que ellos cuentan poco, pues tanto su gobierno como el primer partido de la oposición (en número de votos, claro) hacen política de cara a dar confianza a los mercados, no de cara a los ciudadanos. Ellos tendrán que sufrir con “paciencia” todo lo que venga de Bruselas (imprimir velocidad a las reformas emprendidas, y en concreto a la de la Administración Local para recentralizar competencias, a la de las pensiones para reducir su cuantía y propiciar los planes complementarios privados), o del FMI (ahondar en más reforma laboral, abaratando aún más los despidos, y mediatizar más la negociación colectiva para hacerla casi desaparecer), o del Banco de España (suprimir el salario mínimo interprofesional o dar salarios por debajo de él), o del BCE (no dar retroactividad a la recapitulación bancaria de 40.000 millones de euros que hasta ahora ha utilizado la banca española de los 100.000 de línea de crédito que el organismo financiero europeo habilitó para “nuestra” banca, y por tanto hacer que no se descuente de nuestra deuda pública). Luis de Guindos, nuestro flamante ministro de economía, ya ha dicho que España no va a solicitar esa retroactividad. Para chulos, él. Total, van a pagar los contribuyentes vía comisiones bancarias y vía recortes del gobierno… Lo importante es que los mercados no se mosqueen y no nos suban la prima de riesgo.

Los que sí se han mosqueado son los barones territoriales, los diputados, ciertos cargos orgánicos y la militancia de base del PSOE, que están o aturdidos o simplemente disgustados por la política de Rubalcaba. Y ese malestar lo provoca tanto el fondo como la forma en que se presenta el pacto. Primero, cuestionan la necesidad de la reunión con Rajoy (no se tragan la necesidad de calmar a los mercados, ahora precisamente que el tipo de interés de la deuda está más baja). Segundo, cuestionan  que se haya excluido a otros grupos parlamentarios, que no han querido estar de convidados de piedra en ese pacto, sino siquiera poder redactar ni una coma del texto, pues simplemente se les faba la oportunidad de “adherirse”. Tercero porque no se haya “explicado bien” a la ciudadanía. Y respecto al fondo, no entienden en qué va a estar de acuerdo su partido, un partido que se dice obrero y socialdemócrata, con el PP, uno de los partidos más a la derecha de Europa”.

Rubalcaba ha asentado la necesidad del pacto en que “gana España, ganan los ciudadanos”. Pero no dice qué. Y Jesús Maraña, en su artículo “el impacto del pacto” mucho se teme que quien de verdad gane sea el PP, y poco más. Porque, vamos a ver: ¿es que la unidad de los dos partidos con más votos en las pasadas elecciones generales en España va a impresionar a la Comisión Europea? Temblando están los comisarios europeos al ver a dos perdedores juntos. Porque lo cierto es que Rajoy y Rubalcaba son dos perdedores, y nadie da un duro por su pellejo político. Al menos las encuestas no lo dan.

La verdadera razón del pacto es que ambos partidos quieren salvarse del descrédito que sufre el bipartidismo español, según todas las encuestas. Pero Rubalcaba comete un error de cálculo, pues esta política de “responsabilidad” muy al gusto de Felipe González y que Zapatero practicó con tan escaso éxito (ganó las elecciones de 2004 no por ella, sino por la guerra de Irak en que nos había metido Aznar, y por mentirnos el gobierno del PP en el atentado de Atocha), no le va a salvar del hostiazo electoral que ya le presagian las encuestas. Muy al contrario, Rubalcaba se ha montado en el sidecar de la moto que guía Rajoy, como dice Cayo Lara, y Rajoy lo va a estrellar en cualquier cuneta. Ya lo dijo el Evangelio: “Si un ciego guía a otro ciego, ambos caen en el hoyo…” (San Mateo, 15.14).

Porque la gente –que en principio anima a pactar porque no quiere que se peleen “los políticos”- quiere resultados, no solo gestos. Así somos de contradictorios, sálvese el que pueda. Cada vez más, la gente va al grano y se olvida de la paja. Y un pacto vacío de contenidos o condenado al fracaso, acabará pasando factura a sus protagonistas. Este pacto está lleno de grandes enunciados, de buenas intenciones, pero de nada en concreto. Es natural. Porque ¿qué contenidos podía tener el pacto? Rubalcaba dijo querer un “pacto contra la austeridad”. Pero Rajoy le ha dicho que se olvide. La austeridad va a seguir siendo el principal objetivo de la UE, y por tanto del gobierno de Rajoy, que ya no está al timón de esta nave llamada España (como me enseñaban los maestros franquistas en la asignatura del “Espíritu Nacional”: qué tiempos aquellos…). Han anunciado que el pacto tendrá contenidos sobre educación, pensiones, paro y vivienda. Pero ¿en concreto? Si hablan de educación, ¿renunciará Wert a su reforma?; si de la reforma de pensiones se trata, ¿echará Rajoy al cesto de los papeles el infumable informe de sus expertos?); y respecto a las posibilidades de un acuerdo para rebajar el paro, ¿cuánto dinero destinará el gobierno para políticas activas de empleo? ¿O irán ambos cogiditos de la mano a pedirle a Bruselas que amplíe esos ridículos 6.000 millones de euros, a repartir entre 27, que la UE prevé destinar para paliar el paro juvenil, que suma seis millones de jóvenes en Europa, de los cuales uno y medio son españoles? Y sobre el tema de la vivienda, ¿estará dispuesto el gobierno a imponer a los bancos la dación en pago, asumirán ambos partidos a nivel estatal que se expropie temporalmente a los bancos, harán caso a la UE que tilda de timorata la ley de Rajoy?.

La gente no se los cree. En estos términos, ese pacto puede ser la tumba definitiva del bipartidismo. Pues ya se sabe que el humo ciega los ojos, y la gente quiere ver con claridad. Y cada vez más.




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