El ocaso de las ideas

RubalcabaCarlos Martínez García – ATTAC Andalucía.

El Congreso del PSOE que acaba de tener lugar en Sevilla hará correr ríos de tinta, interpretando sus propuestas, criticándolas, o simplemente arrimando el ascua a su sardina en los medios corporativos empresariales. No es esa mi intención. Seguir discutiendo a estas alturas si el PSOE es o no de izquierdas, o si es socialista todavía, no vale la pena. En cualquier caso, me quedo con la mayor, pues el PSOE hace tiempo que abandonó el corpus doctrinal y teórico del Socialismo, de origen marxista, y sus escuelas herederas incluidas las más moderadas. Por tanto -y por sus hechos los conoceréis- los dirigentes del PSOE se han movido entre una voluntad reformista social y de bienestar, con barnices socialdemócratas, hasta unas posiciones liberales de cierta radicalidad democrática, pero sin voluntad de intervenir claramente en la economía capitalista, tal y como pretende la socialdemocracia clásica.

No poseen además desde la II República los pesoistas a ningún -ni ninguna- intelectual que teorice sobre el socialismo-liberal o la nueva socialdemocracia-socioliberal, e incluso el constitucionalismo social, como por ejemplo pudiera ser los casos –muy distintos entre sí- de Habermas o de Guidens. Se han limitado a seguir corrientes alemanas, francesas o británicas y a leer intelectuales estadounidenses sin ninguna base socialista o socialdemócrata.

La ruptura del PSOE con su pasado tuvo en Felipe González su principal adalid. Este mentor de Rubalcaba fue el primer socialista español en romper públicamente con el marxismo- y Zapatero, que leyó -pero mal- a Petit, afirmó ser republicano como coartada teórica para justificar su nadería ideológica. El Republicanismo cívico posee en su elenco a personas como Maquiavelo, Kant o Rousseau, pero también a Carlos Marx y, si tiene origen en la filosofía griega clásica, no deja de ser una corriente transformadora y claramente opuesta a la dominación de unos hombres sobre otros. Luego un republicano cívico jamás iría a Davos a agachar la testuz ante los dictadores de los mercados.

En el PSOE, desde el felipismo, lo que los textos congresuales digan da igual. Lo único importante es su secretario general primero, y algunas caras de su dirección después. Lo demás no cuenta. Nunca contó. Además el papel es muy sufrido. La única ponencia que luego se medio respeta es la de los estatutos. Es un partido fuertemente verticalista y cada cual en su territorio -me refiero a cada secretario o secretaria, local, provincial, comunitario o federal, eso sí, respetando a la dirección- ejecuta según su olfato político. Por tanto, una vez electo nadie lee ya las resoluciones, luego el afirmar ahora que se está por la tasa Tobin -igual que Sarkozy- o a favor de la Banca Pública y por la eliminación de las SICAV, es papel mojado.

El domingo 5 de Febrero, el editorial de El País, conocido partidario e inspirador del neofelipismo vigente y partidario declarado de Alfredo Pérez Rubalcaba, dice claramente que se alegra y felicita pues este dirigente se hace con el partido sin haber cedido a tentaciones izquierdizantes o haber radicalizado sus propuestas económicas. Hace poco Cristina Narbona afirmó en público que Pérez Rubalcaba se había manifestado contrario a la banca pública, afirmando que la gente “no apoyaba tal propuesta” ¿Cómo sabía Rubalcaba que las pymes, asfixiadas por falta de crédito, los hipotecados o las y los estafados ciudadanos, no quieren la banca pública? Ahora el Congreso del PSOE ha aprobado una enmienda que la defiende y Rubalcaba, estando en contra, acepta ser el secretario general. ¿Por qué? Pues porque da lo mismo.

El problema es que, sin embargo, en el PSOE todavía quedan gentes de izquierdas y honradas que le dan cierta credibilidad y coartada. Otras gentes, pocas, que desean trabajar por retornar a postulados socialistas marxianos y de clase, e indudablemente votantes de izquierdas.

También otra fuerza de izquierdas, IU en este caso, tendrá que preguntarse porque no logra hacerse con el electorado que sigue siendo socialista de izquierdas y votando PSOE.

En primer lugar, y esa es la razón principal, porque hay un espacio socialista muy consolidado desde finales del siglo XIX, y con tradición e innegables triunfos sociales que nace en el movimiento obrero. En segundo lugar, porque también, y por desgracia, la izquierda se rompe fatalmente en los años veinte del siglo pasado y se producen terribles enfrentamientos y persecuciones en su seno, injustificables de todo punto y lugar. El sectarismo hace mucho daño.

En tercer lugar, el Sistema desde la guerra fría del siglo pasado coopta a la socialdemocracia que, salvo disgustos como los propinados por el inolvidable Olof Palme, la alinean con el bloque occidental y anticomunista. Excepción hecha de alianzas puntuales social-comunistas en Italia, Francia e incluso España, en determinadas circunstancias, insisto.

Por tanto, pasemos a ver la situación actual: La Internacional Socialista es una realidad europea casi exclusivamente y sus partidos afines en otros continentes, o bien son vergonzosos como el Laborista israelí, o los partidos de Mubarak o Ben Alí -expulsados de la IS cuando las revoluciones populares habían destituido ya a los dictadores- o están aliados con sus oligarquías nacionales contra los socialistas de sus repúblicas -como es el caso de AD en Venezuela- o bien son muy pequeños y casi simbólicos, excepción hecha de Australia y Nueva Zelanda.

El Partido Socialista de tiempos de Salvador Allende no estaba en la Internacional Socialista, tampoco lo está el PT de Lula, o el MAS de Evo Morales, por ejemplo. Los nuevos partidos socialistas como Die Linke en Alemania o el Parti de la Gauche en Francia, el PSUV de Venezuela, son adversarios de los socios locales de dicha internacional, siendo socialistas y de izquierdas en estos tres casos.

Así pues, la primera conclusión es que el hábito no hace al monje. La atlantista y pro-norteamericana IS no es socialista. Sus miembros más izquierdistas como mucho son socialdemócratas, en el mejor de los casos.

Un socialismo democrático, cívico y enraizado entre las clases populares es imprescindible. Un socialismo que construya y defienda el estado del bienestar, defienda lo público, potencie la banca pública y la nacionalice, la privada que no sea ética. Apoye los servicios públicos e incremente la protección social. Intervenga y regule la economía y nacionalice todos los sectores estratégicos del estado es imprescindible. Además que sea republicano, favorezca una nueva Constitución, y defienda las libertades individuales y públicas nos es esencial. Un socialismo que tenga en el sindicalismo de clase un aliado, pero también en los pequeños productores y autónomos es muy útil.

Pero ese partido, es decir ese grupo de ciudadanas y ciudadanos, juntos en pie de igualdad y participación, sin jerarquías y coordinados -que no teledirigidos- no existe, al menos en el estado español.

El PSOE en la transición rompió con su tradición. Se olvido, al menos su dirigencia, de sus miles y miles de fusilados y encarcelados y se hizo amigo -sus cúpulas dirigentes- de la monarquía y de la banca. De esos polvos estos lodos.

Hoy, rechazado por mucha gente joven, satanizado por el 15M que lo equipara al PP y derrotado electoralmente por lo que fueron sus propios votantes, ha decidido “mantenella y no enmendalla” en Sevilla.

Ahora para las y los socialistas de sangre roja y a los que el corazón les late a la izquierda, les quedan dos opciones: o bien seguir apoyando a una casta profesional y despolitizada, simplemente gestora de los espacios que el sistema les permite. O bien refundar el Socialismo en el estado español. Todo lo demás, en mi opinión, son excusas o bien aferrarse a un pasado que ya no existe. Ejemplos los hay.




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