Democracia. Dos puntos:

Partido XPedro Vaquero del Pozo – ATTAC Granada.

Según nos cuenta la prensa diaria (El País, 8/1/2013), ha nacido un nuevo partido o formación política autodenominado/a “Partido X”. Nace auspiciado –al parecer- por “seguidores del 15-M y de movimientos que preconizan la cultura y el software libres”. Y pretenden ni más ni menos que “el desalojo del hemiciclo”, la participación ciudadana directa, la legislación mediante iniciativas legislativas populares y referéndums, etc. Y resumen su ideario político en el slogan “Democracia. Y punto”. O al menos, así lo resume el periodista.

Al leer la noticia se me ha suscitado una ráfaga de sentí-pensamientos contradictorios, todos ellos agolpados en el costado por donde dicen que le sobrevienen a uno las puñaladas traperas. Porque uno, que ha sido antisistema durante casi medio siglo ya, se ha identificado con no pocas de las ideas e iniciativas que el 15-M ha ido poniendo en el candelero de la ideología no dominante, gracias a los medios de comunicación telemáticos, de la red de redes (Internet), e incluso de los medios de comunicación convencionales, que haciendo de tripas corazón han tenido que hacerse eco de cuantas ideas surgían de ese gran movimiento ciudadano que se conformó ya va para dos años.

Era (y es) un movimiento que pretendía soslayar el compromiso con ningún partido político, precisamente porque quería ser unitario. Era consciente de que sus mismos promotores (“Democracia Real Ya”, por ejemplo) eran una amalgama de personas algunas de las cuales eran independientes, pero otras muchas pertenecían a diversos partidos políticos: desde Izquierda Socialista, pasando por el PCE y la UJCE, IU, Izquierda Anticapitalista, etc. Todos estos partidos han estado apoyando las iniciativas del 15-M tanto a nivel personal como a nivel colectivo, tanto en privado como públicamente. Pero en un rincón de la ideología antisistema anidaba también el antipartidismo y la acracia, que han visto en la justa y adecuada distancia táctica de los partidos en general, la ocasión para predicar en el seno del movimiento la ideología de la antipolítica, de la negación de la democracia representativa (como si no fueran compatibles ambas, la representativa con la directa) y la idiosincrasia corrupta de todos o cualquier partido político, pues todos ellos potencian el personalismo, la división de la sufrida base social, y en último término la sustitución de los de abajo por las élites u oligarquías políticas dominantes surgidas de las urnas. De ese rescoldo ha nacido el sectarismo narcisista de quienes se pretenden “descubridores de la luna”.

En el 15-M no todo ha sido debate sobre las formas de la democracia. Se ha discutido, y mucho, sobre economía. Y se ha llegado a conclusiones que coincidían con las formulaciones que la izquierda radical de este país (IU) venía planteando desde su nacimiento en 1986. Sobre todo los portavoces más despolitizados del 15-M, bien por su juventud, bien por su incipiente tendencia ideológica ácrata, parecían descubrir la luna al formular que había que nacionalizar la banca; o que había que hacer una política fiscal que recaudase del patrimonio de los ricos lo que le faltaba al Estado para no tener que hacer recortes ni en salud, ni en educación, ni en investigación, etc; o que había que frenar los desahucios impulsados por los bancos contra las personas que se iban a quedar sin su vivienda por no poder pagarle al banco la cuota mensual del crédito usurario que en su día les había concedido; o que había que impulsar una democracia participativa directa… El descubrimiento de la pólvora, vamos.

Los que llevábamos casi medio siglo en la lucha anticapitalista todo esto lo habíamos planteado no sólo como programa político explícito para presentarnos a las elecciones desde tiempo inmemorial (al menos desde 1986), sino también como plataforma de lucha social para ir ganando la calle frente al poder omnímodo de las oligarquías que poco a poco iban embaucando a la mayoría social con estrategias como la expansión de las ideologías del consumismo, el capitalismo popular, el acceso fácil al crédito, la ética del trabajo y la resignación, etc, hasta ir vaciando de contenido la democracia social igualitaria, e ir dominando todos los aparatos del Estado: las finanzas, las instituciones, la comunicación y la moral. El actual conservadurismo, el poder acumulado por el PP, no hubiera sido posible sin el apoyo de la mayoría social, y sin la inestimable contribución realizada por la socialdemocracia (PSOE) traicionando sus raíces ideológicas y arrastrando hacia el abismo del descrédito al movimiento obrero organizado en sindicatos de clase, e incluso a las instituciones del Estado social conquistadas durante siglos por la lucha de los movimientos clásicos: el movimiento obrero y el movimiento feminista. Pese a estas experiencias fallidas de la izquierda, la lucha porla democracia radical era también “política”, pues sólo desde la política (aunque no lo llames así) se pueden dominarlos resortes de la construcción de la convivencia social.

Por eso el nacimiento del “Partido X” se suscita un sentimiento positivo a la vez que un fuerte rechazo. Porque es positivo que por fin algunos “portavoces” del ese magma compuesto por 15-M/redes sociales se hayan decidido a ver que sin entrar en la política sus inquietudes e iniciativas o tienen nada que hacer. Pero por otro lado, se me suscita una repulsa básica por varias razones:

a) Porque surge con el narcisismo del que se autoafirma como el único portador de las esencias democráticas, como el descubridor de algo tan predicado por la izquierda radical como la democracia real. Y de un injusto tratamiento (bien por desconocimiento, bien por otras razones) de lo que es el bloque antisistema organizado que hoy se constituye en torno al grupo parlamentario de la “Izquierda Plural”.

b) Porque huele a elitismo el basar su forma de configurar una mayoría social (eso que ellos llaman “wikigobierno”) mediante la recurrencia a las redes sociales, que dominan el espacio virtual, pero al que no toda la población tiene la misma capacidad de llegar.

c) Porque suena a ingenuidad creer que el sistema se va a dejar desmantelar mediante la mera configuración de círculos de gente mentalizada en la práctica activa de la participación social, cuando los resortes del poder tienen una probadísima eficacia en dominar por las buenas (mediante la alienación) o por las malas (mediante la coerción, la disuasión o la represión incluso violenta) la voluntad de la mayoría social.

d) Porque “Democracia. Y punto” no basta. A la democracia le deben seguir los dos puntos (:) de la definición de los contenidos del proyecto político que se oferta a los ciudadanos, que tienen derecho a saber que burra se les quiere vender:

– Qué modelo financiero.
– Qué fiscalidad.
– Qué tipo y mecanismos de mercado.
– Qué relaciones laborales.
– Qué iniciativas igualitarias de género.
– Qué forma de configuración del Estado (monarquía, república, federalismo, autodeterminación de los distintos pueblos…).
– Qué modelo de administración.
– Qué relaciones entre el Estado y las religiones (laicismo, nacionalcatolicismo o mejor no meneallo).
– Etc, etc, etc.

e) Porque minusvalora la importancia que tiene poner rostro a la propuesta política, ya que la gente tiene que fiarse no sólo del programa, sino de las personas que lo van a ejecutar en el espacio (aquí) y el tiempo (ahora, durante el período que dure el período legislativo o de gobierno). Por muy cambiantes que sean los “portavoces”, los ciudadanos quieren saber quiénes están detrás de las palabras y del contrato social que es un programa político (se presente finalmente o no a las elecciones).

f) Porque, aunque no lo pretenda, divide más el instrumento de acumulación de fuerzas que es ese movimiento social configurado con tanto esfuerzo personal y de la amalgama de grupos que es el 15-M y los movimientos de cultural y software libres.

g) Porque resta fuerza a la iniciativa de convergencia social y política que IU y otros movimientos están planteando en el espectro del movimiento antisistema anticapitalista, como se quiera. ¿No es mejor ponerse de acuerdo entre todos sobre los contenidos y las formas de un proyecto de sociedad, presentando al sufrido ciudadano de izquierdas una alternativa unida y viable, y no un galimatías de visionarios que sacan pecho diciendo “soy el mejor”?

“Nihil novum sub sole”, decían los romanos. En eso se equivocaban, pues siempre se puede realizar algo nuevo. Pero lo nuevo en la izquierda (llámalo anticapitalismo, o llámalo “X”) debe venir de la unidad y la claridad, de la síntesis y no de la contraposición de las distintas verdades.




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