Brutalidad gubernamental

Represión en ValenciaJosé Antonio Pérez – ATTAC Madrid.

Los sucesos de Valencia son una faceta más de la extrema brutalidad desencadenada por el Gobierno del Partido Popular contra la ciudadanía. Se dispersa a golpe de porra a estudiantes de secundaria que protestan contra los recortes en Educación. Igual que se disuelven a golpe de decretazo las más elementales garantías de las personas en el puesto laboral. La derecha ha vuelto: ¡se sienten, coño!

Las protestas contra los recortes educativos que comenzaron el pasado viernes en Valencia fueron brutalmente reprimidas por el Gobierno, que ordenó un inusitado despliegue de violencia policial. Una violencia que ha dejado un saldo de heridos y detenidos absolutamente impropio en una democracia. Como demuestran los muchos vídeos donde han quedado grabadas las imágenes de las agresiones policiales.

Para colmo, cuando se han pedido explicaciones a los responsables de organizar esta agresión policial, el jefe superior de la Policía del País Valencià, Antonio Moreno, calificó a los manifestantes como el enemigo. «No es prudente revelarle al enemigo» cuáles son sus fuerzas, dijo Moreno en una rueda de prensa urgente conjunta con la delegada del Gobierno en Valencia, Paula Sánchez de León.

Sólo el ejército, o la Nación, en determinadas circunstancias, tienen enemigos. Pero la policía, por definición, no tiene enemigos y mucho menos si estos son los ciudadanos cuyos impuestos sufragan el salario de los encargados de mantener la seguridad pública. Sólo por estas palabras ya debería haber sido cesado Moreno. Pero este Moreno, al fin y al cabo, no es más que un jefe policial que ha debido llegar a ese cargo por el celo demostrado en el ejercicio de su profesión al estilo de la escuela de Romero el Madero. Un eslabón en la cadena de mando que se limita a ejecutar las órdenes que recibe «de arriba». O sea, del Gobierno como Dios manda nombrado por Mariano Rajoy, ese político que en un almibarado mensaje de Nochebuena hablaba de los derechos de una niña.

Un Gobierno al que pertenece Alberto Ruiz Gallardón, ese progre que abandonó Madrid tras endeudar para treinta años a sus habitantes. Convertido ahora en ministro de Justicia que pontifica ahora sobre el Orden y la Ley, Gallardón minimizó el alcance de las declaraciones de Moreno, que consideró un «simple comentario».

A ese Gobierno pertenece también Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura y Deportes, al que le correspondería haber investigado las causas del deterioro que sufre el sector de la enseñanza. Pero Wert anda muy ocupado en promocionar esa otra actividad brutal que los estamentos más primarios de nuestra sociedad consideran como la gran señal de identidad española: la Tauromaquia. Que Wert pretende sea reconocida por la Unesco, como Patrimonio Cultural de la Humanidad’, según ha defendido en la Comisión de Cultura del Congreso.

Vuelve la brutalidad de esa España de charanga y sacristía, devota de Frascuelo y de María que retrató Antonio Machado. Esa España representada en la peineta de Dolores de Cospedal, una de las máximas dirigentes del Partido Popular. Esa España encarnada por el ministro Wert que defiende la Fiesta como patrimonio cultural de España. Así lo reflejó en las palabras pronunciadas durante la entrega del IV Premio Taurino ABC al diestro José María Manzanares.

Wert se dirigió a Manzanares en esto términos: «Maestro, has sabido incorporar la frescura de nuestros días y de tu juventud al toreo, manteniéndote fiel a los calostros de la lidia clásica y fundamental con los que te amamantaron de pequeño, te has hecho digno de la definición que dio el maestro Rafael ‘El Gallo’, ‘clásico es lo que no se pué hacé mejó».




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