Banqueros

banquerosJosé A. Pérez TapiasGranada Hoy.

Sombrero de copa y chaleco con cadena de oro cruzando el pecho, puro en la mano y mirada torva dirigida contra obreros con pretensiones de arrebatar a los señores del capital el expolio de su trabajo…Tal era la imagen de los banqueros en caricaturas izquierdistas de décadas atrás. Pero tiempo ha que se veían trasnochadas, material para historias del imaginario de izquierdas y su expresión gráfica. La modernización de la actividad bancaria, la integración del proletariado a través del Estado de bienestar, clases medias que hacían hueco a la movilidad social ascendente, partidos obreros convertidos en partidos de gobierno –que han de hablar civilizadamente con directivos de los bancos-, son factores que modificaron la idea de la banca y las concepciones que polarizaban en torno a ella uno de los frentes en la lucha de clases. Capitalismo y democracia se entendían sobre la base del pacto social. Pero la historia se ha complicado y lo que parecía superado de nuevo ha entrado en escena.

Que la banca está siendo tratada con guante de seda en la presente crisis económica, de la cual ella misma es culpable, forma parte de lo asumido por la opinión pública. Si hay un sector de la banca, o de cajas en trance de bancarización, que sufre los estragos de la crisis financiera, ahí está el Estado para avalar, inyectar capital, intervenir, rescatar y, al final, vender al mejor postor: “costes públicos, beneficios privados”. Éstos llegan incluso a pensiones y bonos de los ejecutivos, respecto a los cuales se han puesto límites para no alentar la indignación de una ciudadanía acosada por los recortes y el paro.

Así las cosas, cuando tras las elecciones generales quien va a presidir el gobierno del PP rompe su silencio para hablar en primer lugar con los banqueros, deja claro a quién escucha realmente. No queda ahí la evidencia del poder de la banca. También tras las elecciones, y siendo el gobierno saliente del partido perdedor un gobierno en funciones, su consejo de ministros concede un indulto al consejero delegado del Banco de Santander, de manera que una condena firme del Tribunal Supremo por delito de denuncia falsa se permuta por una multa que para el acusado es calderilla. ¿Sorprendente? ¿Desconcertante? ¿Injustificable? Podemos quitar los signos de interrogación. Es legal, pero impresentable.

Mas en medio de este devenir de una realidad cargada de contradicciones los clásicos nos acompañan. Aplicable a ambos casos es lo que decía aquel personaje de Lewis Carroll: “la cuestión es saber quién manda”. Y podemos dar por cumplido aquello que parecía tan exagerado como las caricaturas emanadas de un tosco obrerismo: “Hoy, el poder público viene a ser el consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa”. ¿Llevaba o no llevaba razón Marx?




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