Ante la emergencia respuestas. Es su crisis, es nuestra vida digna

Banqueros TerroristasCarlos Martínez García – Presidente de ATTAC Andalucía.

Que estamos en una situación de emergencia en el estado español ya es una obviedad. La crisis financiera y la quiebra técnica de la banca española está ya entre nosotros y nosotras, es algo popularmente intuido y aceptado. Que el paro, la inseguridad, la ansiedad y el sufrimiento por un futuro peor, con empobrecimiento y peores empleos –para quien tenga la suerte de tenerlos- atenaza y hace sufrir a las clases populares, de las que jamás se preocupan los economistas orgánicos y las plumillas del sistema, se palpa en los barrios y las personas humildes, que recurren a los ansiolíticos. La novedad es que ya comienza a aceptarse la profunda crisis política y de principios del régimen de la Transición.

Personas moderadas, liberales, comienzan ya a intuir lo que desde el pensamiento crítico y los movimientos cívicos de regeneración democrática llevamos tiempo denunciando. Antes incluso del estallido de la crisis de 2008, que en su actual fase de recesión, recortes sociales y democráticos se está viendo acrecentada. La cosa esta muy clara. Todos los fundamentos que permitieron construir el sistema de 1978 han sido dinamitados por las propias oligarquías que los pactaron, ya fueran políticas o económicas.

A la monarquía por fin se le ha podido demostrar su verdadera cara, de familia aupada al poder que ostenta sin preparación ni entronque democrático. Afectada por escándalos y que además costea, desde el erario público, desde cacerías y otras lindezas, a operaciones constantes de cirugía estética, cuando no verdaderas tramas oscuras por cierto muy anteriores a la aparición del oportuno Urdangarín. Un rey con excesivo poder, que la Constitución –ya muy tocada y encima violentada, en mi humilde opinión- ni le otorga, ni le reconoce. Una familia parapetada tras una férrea censura, que en ninguna democracia que merezca tal nombre se produce con respecto a sus jefes de estado.

La situación es fácil de analizar y encima ya le hemos perdido el miedo al ejército. Un ejército que no es ya el de Franco, sino una suerte de tropa auxiliar del imperio decadente en las nuevas cruzadas judeo-cristianas. Una pequeña fuerza profesional internacionalizada de auxiliares de los marines imperiales.

Pero en mi opinión, lo más importante consiste en que la democracia del 1978 que vivimos ha perdido su legitimidad popular. La transición construyó un pacto social “a la española” que produjo avances innegables hacía los derechos sociales, en especial en sanidad y en la universalización de la enseñanza, así como en la protección social en materia de prestaciones de pensiones y protección contra el paro. También una legislación laboral, que mejoraba sustancialmente en servicios, libertades y capacidad de negociación a la anterior carencia que se tenía durante la cruel, injusta y corrupta dictadura franquista. Cierto es que nada se regaló a los de abajo. Nada fue otorgado sino por la presión popular. Pero en un año, entre 2011 y lo que llevamos de 2012, entre los dos partidos principales del sistema han destruido lo que legitimaba en cierta forma el tinglado, comenzando por reformar la propia Constitución, dando prevalencia a los bancos y el déficit público sobre las personas. Resumiendo, la deslegitimación está servida.

El régimen del 78 ha sido destruido ¿Y ahora qué? Pues como bien dice mi amigo Manuel Monereo, lo viejo no ha pasado y lo nuevo no acaba de llegar.

Todo esto además se produce en una época de transición mundial, tal y como muy agudamente señala Wallerstein. Estamos en medio del cambio del sistema-mundo y esta óptica internacional e internacionalista no la podemos perder. El reino de España está, por voluntad de su monarca y sus oligarquías políticas y bancarias, en el lado de los decadentes. Formamos parte de la “Comunidad Internacional” que poco a poco pierde la batalla, primero entre sus propios pueblos y segundo en el mundo nuevo emergente, al que de cuando en cuando, además de darle lecciones -no sabemos de qué-, se le exporta la “democracia occidental” a bombazos. Excelente fórmula democrática para ser queridos y respetados.

La Unión Europea está, al menos, varada y con una agudísima crisis. Construida al objeto de beneficiar a sus potencias centrales y en especial a Alemania, tal y como ya comienza a ser descubierto por amplias mayorías de ciudadanas, obnubiladas por los fondos FEDER, hasta hace poco, si bien los periféricos solo vivimos en el presente para pagar deudas a los bancos centro-europeos y anglosajones, entre los que sitúo al Banco de Santander.

Busquemos la salida. Desde el sistema nadie nos la querrá ofrecer.

Creo en primer lugar que hay que perder el miedo a la política. Porqué sin acción política, nueva, diferente, radicalmente democrática y constituyente, no hay soluciones. Pero para eso hay que dotarse no sólo de la voluntad política de regenerar y ejemplarizar. También hay que construir el sujeto político nuevo, que nos libere.

Los instrumentos pueden ser varios y diversos. Pero los actores ya estamos en plazas, calles, manifestaciones, huelgas generales o colas del paro. La pedagogía del 15M, la movilización sindical contra los recortes. Las marchas y las demostraciones de protesta colectiva, a pesar de la represión y sobre todo del fenómeno de las multas gubernativas que el partido autoritario PP, está imponiendo- como nunca antes-, al objeto de asfixiar económicamente a familias en crisis, pero con dignidad para protestar y esquilmando las cajas sindicales y sociales de solidaridad, para con las personas represaliadas. Este fenómeno de las grandes multas generalizadas es toda una estrategia represora muy pensada. Las derechas ya no se atreven a fusilarnos al amanecer en las tapias de un cementerio, ahora nos quieren derrotar arruinándonos, vaciando nuestras cajas y bolsillos. Asustándonos y amenazándonos con un ERE o con bajar las prestaciones del paro. Se persigue más en este estado a una persona parada que a un especulador, delincuente de cuello blanco o a los que hunden un banco y provocan gravísimas ruinas sociales. Toda esta represión no es sino el más claro síntoma de que estamos avanzando.

Aprendamos pues de otros lugares que han vivido situaciones semejantes: En América Latina entre los ochenta y el inicio del siglo XXI aplicaron las oligarquías y el FMI, las mismas prácticas sociales y económicas que ahora nos imponen a nosotras y nosotros. Hubo protestas y potentes movimientos sociales que lucharon duramente. Finalmente construyeron, los que han avanzado hacia delante, amplios, diversos y plurales movimientos socio-políticos, que no eran partidos tradicionales y por supuesto con novedosas fórmulas que les permitieron derrocar o al menos frenar a las oligarquías locales y, en los casos más exitosos, elaborar nuevas constituciones.

Si de esta no somos capaces de inventar, ser eficaces, juntarnos y defendernos para acabar con la corrupción, los jefes de estado vitalicios, el viejo capitalismo rentista e inútil que sufrimos y ser personas dignas, mal acabará todo esto. La vuelta atrás hacía un estado empobrecido y nuevamente productor de emigración está servida.

Los que nos han traído hasta aquí, no nos sirven. Necesitamos una nueva fuerza del cambio. Necesitamos nuevas reglas y recuperar la ilusión. Será muy difícil. La situación económica es mala, muy mala, pero lo es a nivel mundial y sobre todo en el mundo occidental. Por eso hay que cambiar los conceptos y defender la madre tierra. Caminar hacía una frugalidad justa y compartida.

¿Qué papel, pienso, tiene la izquierda en ese tránsito?

En primer lugar, la izquierda, que es lo contrario de la derecha, es decir está por el reparto de la riqueza y por salvar a las personas y no a los bancos o a los fondos de inversión, tal y como personas que usurpan conceptos tan nobles como el socialismo, practican y encima desde una ideología que propone la abolición de las clases, pactan con las clases altas, el salvar su posición e incluso acatan su lenguaje y visión del mundo. La izquierda real y crítica, lo primero que debe buscar no es su interés partidario, ni su proselitismo, ni su acomodo, sino articular mayorías, hacer posibles las mayorías sociales al objeto de cambiar la situación.

Izquierda Unida debe entender y apoyar esta opción de nueva fuerza socio-política, para la soberanía y la construcción de una vez del ciudadano y la ciudadana. La revolución ciudadana a la que llama Mélenchon. La Syriza hispana. La Unidad amplia y antineoliberal de las de abajo. La recuperación de la soberanía popular y el control del pueblo sobre su Constitución. La defensa de un nuevo paradigma económico y el reparto pueden aunar las voluntades de las clases populares.

Pero me pregunto ¿Es posible la democracia real sin la democracia económica? Ese es nuestro papel, la defensa de la democracia económica, la economía social, las finanzas éticas y el medio ambiente al servicio y disfrute de todas y todos.

La izquierda debe aportar la utopía de que solo un cambio social, garantizará un cambio democrático. Pero también su generosidad para ser inclusivos e integradores. La capacidad de sacrificio militante y un ejemplo personal, que en demasiadas ocasiones -y yo el primero- no damos.

Mientras tanto, avancemos y demos pasos en la construcción de una izquierda plural, conjunta y coaligada con las y los de abajo.

En el movimiento socialista se detectan cambios importantes y sobre todo hartura, mucha hartura de ver como una fuerza oligarquizada acaba con un legado de luchas por la igualdad, la igualdad entre todas y todos –no solo la de género, que también y de forma muy principal- y la defensa de la República. Desde movimientos casi clandestinos como Bases en Red, Nuevo Socialismo 3.0 u otros grupos en las redes sociales, la Plataforma Socialistas a la Izquierda, o el proyecto político socialista y ecosocialista Construyendo LA IZQUIERDA, www.construyendolaizquierda.com, que ya ha dado el paso hacía la conformación de un espacio político “melenchonista” en nuestro Estado.

Tenemos pues los mimbres, vamos a construir el cesto. Pero advierto con cariño y respeto, los sindicatos deben apoyar estas iniciativas políticas como propuestas de lucha. Ante la emergencia, comencemos ya –hemos comenzado ya- sin perder ni un minuto o cualquier día de estos nos desayunamos con un golpe de estado a la griega y un tecnócrata bancario en el poder y una gran coalición de facto, arrimando el hombro “para salvar a España”.




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