Acabar con el axioma

Acabar con el axiomaJose Antonio Cerrillo Vidal – ATTAC Sevilla.

Escucho la tertulia de Hoy por hoy, el programa de radio bandera de la Cadena SER y a la sazón el más escuchado del país. A los opinalotodos de siempre se les une el director del semanario económico Cinco Días, con quién discuten las primeras dos malas noticias con las que se va a ver el futuro gobierno del PP: la prima de riesgo que sigue sin bajar y la intervención del Banco de Valencia, cuarta entidad y primer banco que se ve abocado al rescate público desde que estalló la crisis. ¡Vaya! El director del mentado semanario parece tomar el toro por los cuernos: el problema no es la deuda pública, que no es tan alta como en otros países, sino la privada. El problema es de los bancos, que mantienen en sus balances una brutal cantidad de activos cuyo valor se aproxima peligrosamente a 0, valga decir, suelo y viviendas que ya nadie quiere o puede comprar. Así que «los mercados» castigan la deuda pública española por no entrar al fondo del problema, en previsión de que haya que ir rescatando a las entidades financieras una tras otra.

Caramba, no está mal. Por lo menos vamos reconociendo que el problema no es que tengamos un estado del bienestar que no nos podemos permitir, que hayamos vivido por encima de nuestras posibilidades o que los españoles seamos un poco vagos, especialmente los que trabajamos para la administración pública. Más vale tarde que nunca. La trampa está en la solución propuesta. Para el mencionado periodista, la cuestión es que en su día tuvo que haberse creado, a iniciativa pública por supuesto, un «banco malo» en el que se descargara todo ese caudal de malas inversiones. Claro, eso hubiera requerido una ingente cantidad de dinero público, que sólo hubiera podido financiarse con un endeudamiento masivo. Y ahora, con la prima de riesgo por las nubes y con intereses a pagar al 5 o 7%, esto resulta inviable. La única salida es, por tanto, que las entidades financieras vayan soltando lastre poco a poco y entretanto sacar la podadora para reducir lo que se pueda el déficit inclinando la cerviz ante los mercados financieros.

Dejemos de lado (o en «ceteris paribus» si lo prefieren economistas neoclásicos) la consideración más o menos inocente de «los mercados», el que no estemos ante un ataque especulativo perfectamente orquestado, sino ante unos pobres inversores preocupados por el destino de su dinero. Dejemos de lado el por qué las entidades financieras españolas posean tantísimos «activos» inmobiliarios sin valor, cómo hemos llegado hasta aquí y por qué el Banco de España no se ha preocupado de evitarlo (tal vez por estar demasiado ocupado en criticar la «rigidez» de nuestro mercado de trabajo). Dejemos de lado el que no se contemple otra posible vía de financiación pública a la emisión de deuda, como por ejemplo subir los impuestos a las rentas altas o actuar más decididamente contra la economía sumergida. Es mucho dejar de lado, pero dejémoslo. Aún así, el argumento sigue siendo falaz y tramposo, porque asume acríticamente un único escenario posible: las entidades financieras han de ser rescatadas sí o sí, y además sin contrapartida.

He aquí la verdadera Linea Maginot del pensamiento neoliberal: la única financiación posible viene de las entidades financieras, que son los únicos agentes que pueden dinamizar la economía vía crédito. Por tanto, hay que rescatarlas si están en problemas, y repartir las consecuencias entre todos. Porque si no, sería todo mucho peor. Una premisa que se da por cierta sin más, que se asume como verdadera y evidente por sí misma, lo que en la lógica formal se define como axioma. Tanto, que el Banco Central Europeo está diseñado a partir de este principio, como desgraciadamente están comprobando todos los europeos que asisten incrédulos a la liquidación de sus bienes comunes por el simple hecho de que el BCE tiene prohibido prestar dinero a los estados, pero puede prestar dinero a los bancos a tipos de interés bajo para que a su vez estos lo presten mucho más caro a los estados.

Pero, ¿tan evidente es el axioma? Sólo por usar la imaginación un poco, planteemos un contrafáctico. ¿Qué hubiera sucedido si durante el crash del 2008 los estados no hubieran invertido una indecente cantidad de dinero público en rescatar a las imprudentes entidades financieras?, ¿y si se hubiera ido a una política selectiva de quiebras y nacionalizaciones, parciales al menos?, ¿y si esa gran cantidad de dinero público se hubiese empleado para proporcionar liquidez a la economía productiva en vez de inundar a los bancos de dinero barato con la esperanza de que abriesen el grifo del crédito? Bueno, de lo que podemos estar seguros es que esas mismas entidades que con tanta pompa rescatamos no estarían ahora mismo especulando con nuestra deuda soberana ni haciendo lobby para terminar con el estado social europeo.

Cierto es, mucha gente habría perdido sus ahorros, pero tampoco nos engañemos, Europa no es, de momento, Gran Bretaña ni los Estados Unidos. No hay un porcentaje tan alto de la sociedad que dependa de fondos de inversión para complementar su renta, ni tantos ancianos cuyas pensiones estén vinculadas a planes privados. Los mecanismos de compensación del estado social hubieran prevenido que esas personas cayesen en la miseria. Y de todos modos, con una política inteligente que buscase siempre el mal menor podría haberse minimizado el impacto del default. Quizá ni siquiera hubiera hecho falta nacionalizar completamente los bancos, simplemente invertir el capital suficiente como para asegurarse el control y fiscalización pública de los mismos, imponiendo así la reorientación de sus inversiones a la economía productiva y en especial a las PYMES. No nos engañemos: lo hubiéramos pasado mal durante algunos años. Pero se hubiera acabado por salir, y desde luego sin necesidad de entregar el estado social y el sector público a la voracidad de los imperios privados multinacionales.

¿Por qué no se tomaron decisiones de este tipo?, ¿por qué se optó por rescatarlos a fondo perdido y prácticamente regalarles el dinero público?, ¿por qué no se adoptó ni una sola medida regulatoria para evitar que estas entidades continuaran especulando?, ¿por qué no se pidieron responsabilidades? Porque esas mismas entidades financieras tienen básicamente controlados a los partidos políticos, a los medios de comunicación y a buena parte de la economía académica, porque durante años se les ha permitido acumular un poder gigantesco. Tanto, que ahora pueden quitar gobiernos a su antojo, incluso los de fieles sirvientes como Berlusconi. Tanto que incluso contra toda evidencia empírica nos pueden seguir contando el cuento de lo imprescindibles que son para la vida económica.

Mientras sigamos aceptando que sin las entidades financieras, estén como estén y hagan lo que hagan, la economía no se mueve, seguiremos encallando en su playa, seguiremos cautivos en sus redes. Mientras aceptemos el axioma, deberemos aceptar la inevitable conclusión del argumento. Da igual que nos lo presenten a dentelladas y echándonos a los demás las culpas, o con una sonrisa y un resignado encoger de hombros. Al final el camino conducirá inexorablemente a la podadora y a la sumisión. Ese ha sido el error de la socialdemocracia y de buena parte de los sindicatos mayoritarios europeos durante las últimas décadas.

Desde luego, los banqueros y sus voceros y tecnócratas a sueldo van a seguir machacando su relato, para que lo aceptemos como verdad incontestable. Sin ir más lejos en el mismo programa del que antes les hablaba. Cerrando el debate de aquella mañana su director Carles Francino se apresuró a recordarnos que gran parte de culpa de la quiebra del Banco de Valencia, como en otras entidades financieras de la Comunidad Valenciana, se debía a la intrusión en la gestión de las mismas de políticos «sin la debida formación». Tal vez el señor Francino hubiera preferido que los gestores de las cajas de ahorros y bancos valencianos hubieran hecho MBA’s con los directivos de AIG y Goldman Sachs, o con los economistas que los asesoraron y legitimaron, o con las agencias de calificación que les daban la nota más alta hasta el día anterior a su quiebra, o con los técnicos que avalaron las cuentas de Grecia, Irlanda e Islandia mientras alababan su política de desregulación. Sí, sin duda esa es la formación que precisaban.

Es igual, la intención del señor Francino no era contar la verdad, sino remachar el relato, repetir la mentira hasta que se convierta en certeza, alejar cualquier atisbo de regulación y de intervención pública sobre las entidades financieras que, entre otras cosas, poseen la mayor parte del capital de la empresa para la que trabaja.

Nuestro camino debe ser, por tanto, el contrario: romper con el axioma. Mostrar que hay alternativas. Que se pudieron, y aún se pueden aunque cada vez con menor margen de maniobra, hacer las cosas de otro modo. Explicar que la premisa de partida es falsa, que la realidad es muy distinta. Demostrar que se trata de un dogma y no de un principio científico demostrado e inapelable. Y hacerlo en todas partes y con tanta fuerza como podamos.




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